Incrementar la presión hasta echar abajo al Gobierno de Mitsotákis
El 9 de abril Grecia se vio sacudida por otra huelga general masiva que paralizó el transporte, los sectores industriales clave e inundó las calles de manifestantes.
Decenas de miles de trabajadores, trabajadoras, la juventud obrera y estudiantil, jubilados… se congregaron en la Plaza Sintagma de Atenas, frente al Parlamento, mientras que en Tesalónica, Patras y Heraclión, entre otras ciudades, también se llevaron a cabo marchas multitudinarias.
O sus ganancias o nuestras vidas
Esta jornada, convocada bajo el lema O sus ganancias o nuestras vidas, puso encima de la mesa la exigencia de aumentos salariales, la reversión de los recortes impuestos desde la crisis de 2008, la mejora en los servicios públicos, especialmente en sanidad y educación, la recuperación de los derechos de negociación colectiva y la derogación de medidas como la reciente ampliación de la semana laboral a seis días en ciertos sectores.
Y, sin duda, volvió a dar un cauce de expresión a la enorme indignación contra el Gobierno derechista de Mitsotákis, quien ya enfrentó una histórica huelga el pasado 28 de febrero, cuando más de un millón personas se movilizaron exigiendo juicio y castigo para los responsables de los 57 muertos y 180 heridos en el segundo aniversario del accidente ferroviario de Tempi.
Este nuevo paro de 24 horas fue convocado por el PAME, la organización sindical del KKE, que arrastró a ella a las principales organizaciones sindicales del sector público (ADEDY) y privado (GSEE). Y no es algo secundario, pues desde la rebelión social que supuso el 28 de febrero, tanto los partidos de la izquierda reformista en el Parlamento como la burocracia sindical, particularmente del GSEE, han puesto toda la carne en el asador para frenar este impresionante movimiento contra el crimen del Tempi que se levantó desde abajo. Sin embargo, no les ha quedado más remedio que terminar convocando ante la presión existente.
Aunque el nivel de participación en las calles no ha alcanzado lo vivido en febrero, no hay que perder de vista que esta huelga ha vuelto a tener un seguimiento masivo. En el sector del transporte el impacto fue gigante, trenes y ferries cancelaron sus rutas, los controladores aéreos se sumaron al paro, mientras que los autobuses y el metro de Atenas operaron con horarios muy limitados. También puertos importantes como el de El Pireo se paralizaron por completo debido al seguimiento masivo de los estibadores.
Los periodistas del sector privado y público se anticiparon y fueron a la huelga el día anterior. Oficinas gubernamentales, hospitales (el sector sanitario público fue a la huelga el 19 de marzo), escuelas, institutos... permanecieron prácticamente cerrados, funcionando únicamente con servicios esenciales.

Un reflejo indudable del descontento social que existe, cuya espoleta ha sido la lucha de los familiares de las víctimas de Tempi contra la gestión criminal del Gobierno pero que va mucho más allá. Esto ha sido la gota que ha colmado un vaso lleno de precariedad, pobreza, recortes de derechos y represión.
Y es que la clase trabajadora griega lleva quince años bajo constantes ataques. En 2011 la diferencia entre el salario mínimo y el medio era de 600 euros, hoy lo es de 367. Y no es precisamente porque la media salarial se haya incrementado durante este periodo: actualmente el salario medio real es un 27% inferior al de 2011 y el salario mínimo real ha bajado un 6%.
Como ejemplo de la precariedad que se vive, un trabajador que se incorpora al sector del comercio tiene hoy un salario de 880 euros cuando en 2011 recibía 918 euros. Si a todo esto sumamos la inflación y la subida generalizada que se ha producido en los productos básicos o en la vivienda el resultado es una pérdida brutal de poder adquisitivo, el segundo más bajo de la Unión Europea, según Eurostat. Esto explica las bases del enorme descontento social que existe y lo que hay detrás de esta ola de huelgas y movilizaciones.
El Gobierno de Nueva Democracia se prepara para la batalla
A toda esta situación se suma que el Gobierno de Nueva Democracia ha decidido una insultante subida del salario mínimo de 34 euros al mes, es decir, un euro diario. Esta provocación de Mitsotákis se produce al mismo tiempo que anunciaba que destinará 25.000 millones de euros adicionales al gasto militar durante los próximos diez años (en un país que ya dedica el 3,5% del PIB a esta partida), siguiendo la estela de la ola militarista y belicista que encabeza la burguesía europea y que se pagará con mayores ataques a la clase trabajadora.
Pero no son las únicas medidas que ha tomado. Su respuesta a la movilización ha sido una remodelación del Ejecutivo para darle un perfil aún más a la derecha y atrincherarse en sus posiciones.
Si bien es cierto que Mitsotákis, en un intento de lavar su imagen, ha sustituido al quemadísimo ministro de Transportes por Christos Dimas —un perfil más joven sin una aparente vinculación con el crimen del Tempi—, también lo es que ha situado como viceprimer ministro a Kostis Hatzidakis, anterior ministro de Economía y uno de los artífices de las medidas antiobreras de este Gobierno. Además ha encargado al ultraderechista Makis Voridis ponerse al frente de la cartera de Migración, remarcando el carácter racista y represivo de la política que se seguirá manteniendo contra los miles y miles de inmigrantes que llegan a las costas griegas todos los años. Toda una auténtica declaración de intenciones contra la clase trabajadora y los oprimidos griegos.
Estos movimientos demuestran que, pese al desgaste sufrido y la caída de su popularidad, la burguesía griega se prepara para continuar la batalla e imponer los planes de austeridad, racistas y militaristas que los capitalistas europeos y de todo el mundo necesitan para mantener sus beneficios y privilegios.
¡Abajo Mitsotákis! ¡Incrementar la presión con una huelga general de 48h!
Precisamente por ello, es decisivo dotarse de una estrategia que continúe y endurezca la lucha en las calles, la única manera de conseguir echar abajo a este Gobierno criminal y sus políticas reaccionarias. El líder del KKE, Dimitris Koutsoumbas, llamó el mismo 9 de abril a continuar combatiendo contra las políticas que “condenan a la pobreza a la mayoría para enriquecer a unos pocos” y para exigir “responsabilidades políticas y penales por la tragedia del Tempi”, y el PAME ha convocado una nueva huelga de 24 horas coincidiendo con el próximo 1 de mayo.
Sin embargo, este no puede ser el único paso. La fuerza para acabar con esta pesadilla está más que demostrada. Pero para que se despliegue todo ese potencial que existe, hay que dar un paso adelante contundente, que permita ampliar y organizar más y mejor el movimiento, atrayendo a nuevas capas y afianzando a las que ya están participando en primera línea. No basta solo con la repetición de huelgas y manifestaciones cada cierto tiempo. Por eso es clave poner fecha ya, sin demora, a una nueva huelga general de 48h., y si no es suficiente, tomar la iniciativa de incrementar la presión hasta doblegar las políticas capitalistas de ND.

Los movimientos sociales y antifascistas, la izquierda anticapitalista y combativa, y especialmente el KKE tienen la oportunidad y capacidad para llevarlo adelante. Y para eso hay que intensificar y redoblar la organización con propaganda masiva para llegar hasta el último rincón del país, con asambleas democráticas para debatir y decidir todas las acciones y reivindicaciones, creando, extendiendo y coordinando a nivel local, regional y estatal comités de trabajadores, que integren también a nuestros hermanos migrantes y a los desempleados, de estudiantes y vecinos en barrios, centros de trabajo y fábricas, institutos y universidades.
Y junto a esto hay que defender un programa que vincule la lucha por la justicia para las víctimas del accidente de Tempi y el castigo a sus responsables con las reivindicaciones vitales para la clase obrera y la juventud griega: desde aumentos salariales drásticos, la recuperación de los convenios colectivos o la renacionalización de los servicios públicos privatizados, en primer lugar de los ferrocarriles, pasando por la inversión masiva en una educación, sanidad y vivienda públicas y universales, o contra la barbarie del militarismo y los gastos militares, por la derogación de las leyes autoritarias, represivas y racistas.
La única manera de conseguirlo es levantando alternativa revolucionaria que se atreva a enfrentar a los grandes poderes económicos, que se proponga consecuentemente la lucha por la expropiación y nacionalización de la banca y las grandes empresas para poner todos esos recursos al servicio de la inmensa mayoría del pueblo.