¡Ahora, continuar la lucha hasta hacer caer al Gobierno!
El pasado 13 de enero se producía una multitudinaria huelga general en Bélgica. La chispa que ha hecho saltar este estallido ha sido la propuesta del Gobierno confederal, integrado por cinco partidos (la ultraderecha flamenca N-VA, los democristianos CD&V, socialdemócratas flamencos, Les Engagés y Movimiento Reformista) y conocido como "Arizona", de subir la edad de jubilación hasta los 67 años para 2030, recortar drásticamente el gasto en pensiones en más de 3.000 millones de euros, e introducir un bono para aquellos que continúen trabajando más allá de la edad de jubilación.
Estas medidas vienen acompañadas de una batería de recortes sociales elaborada por el primer ministro, el hasta el 3 de febrero, presidente del partido de extrema derecha Nueva Alianza Flamenca, Bart De Wever. Todo esto en un contexto de auge del militarismo y de aumento drástico del presupuesto en gastos militares.
La movilización del 13 de enero fue convocada de manera unitaria por los sindicatos belgas ACV, ABBV y ACLVB, constituyendo un frente sindical común. La huelga tuvo un éxito destacado en sectores clave como el transporte. A pesar de unos servicios mínimos abusivos, el 40% de los vuelos se quedaron en tierra y ⅔ de los trenes de media distancia no pudieron salir del andén. En otros sectores esenciales, como la recogida de basuras, bomberos, educación, construcción y servicio postal, la huelga también tuvo un seguimiento masivo. La manifestación central convocada en Bruselas congregó a más de 50.000 huelguistas.
La policía belga reprimió con saña esta movilización, llegando a utilizar gas lacrimógeno contra los bomberos, que se situaban en la cabecera de la manifestación. Por su parte, la organización de la patronal, Voka, no ha tardado en atacar a la movilización declarando que se hace un uso a la ligera de la huelga y que esta va a dañar a la economía que ya se encuentra en una situación desesperada.
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La clase obrera belga se levanta
El 27 de enero las calles de Bruselas volvieron a llenarse de manifestantes. 30.000 profesores y profesoras daban cuenta del éxito de la huelga del 27 y 28 de enero en todas las escuelas de las regiones de Valonia y Bruselas, los centros educativos de habla francesa (aproximadamente ⅓ del total).
Una vez más la política de recortes, en este caso la que encabeza el Gobierno valón (región de habla francesa), actuó como detonante. Los ataques a este sector de la enseñanza son muy graves: se enfrenta al despido de 500 trabajadores y trabajadoras, a la sustitución de contratos indefinidos por temporales y a la congelación salarial.
Otro ejemplo de sector que tiene la espada de Damocles sobre sí es la automoción. Los anuncios de despidos y cierres de plantas de la industria automovilística alemana han generado un potente efecto dominó, afectando de forma especialmente fuerte a su homóloga en Bélgica. Audi ya ha planteado echar a la calle a los 4.000 trabajadores de su planta de Bruselas en el mes de febrero. Los trabajadores demostraron una gran audacia confiscando las llaves de 200 coches hasta que recibiesen información sobre su futuro, pero con un ataque tan serio encima de la mesa hay que dar un paso adelante, organizando un plan de lucha ascendente, con huelgas, movilizaciones y la ocupación de la factoría.
¡Mantener y ampliar las movilizaciones para vencer!
El 13 de febrero hubo otra exitosa jornada de huelga general. El paro tuvo un gran seguimiento en sectores como la enseñanza, la sanidad, la Administración pública y los transportes públicos. En Bruselas más de 100.000 personas salieron a la calle, según los organizadores. En la marcha participaron incluso los militares, pero solo los que esa jornada tenían el día libre, porque aunque el Gobierno saliente les había autorizado a secundar la huelga, el nuevo ministro de Defensa, Theo Francken, miembro de la ultraderechista Nueva Alianza Flamenca, les revocó el permiso.
La clase obrera belga ya ha dado sobradas muestras de su voluntad de luchar. Las huelgas generales del 13 de enero y del 13 de febrero han sido un gran éxito. La clave para derrotar los planes del Gobierno está en poner encima de la mesa un plan de lucha amplio y contundente para así incrementar la confianza de las y los trabajadores en sus propias fuerzas y de esta manera sumar a más sectores de la clase obrera a la batalla.
Los dirigentes sindicales deben plantear un calendario de lucha que suponga, y sea visto así por los y las trabajadoras, un paso adelante respecto a las dos huelgas generales ya celebradas. En ese sentido dos sindicatos, el cristiano CSC y el socialdemócrata FGTB, han presentado un preaviso para una nueva huelga general el próximo 31 de marzo. Pero lo que realmente sería un importante aldabonazo a la pelea, llegados a este punto, sería convocar una nueva huelga general pero esta vez de 48 horas. De esta forma quedaría meridianamente clara la decisión de no cejar en la movilización, cada vez más contundente, hasta que el Gobierno retire sus planes y dimita. Este nuevo paso supondría un duro golpe para el Ejecutivo y sería recibida como agua de mayo por la clase trabajadora belga.
Tal y como ocurrió en 2023 en Francia, las reivindicaciones contra los ataques a las pensiones se han convertido en un cauce para expresar el descontento de la clase obrera después de años de políticas de recortes y ante la perspectiva de que se sigan profundizando en el país corazón de la UE.
Por su parte el PTB (Partido del Trabajo Belga), puede jugar un papel clave proponiendo un plan de lucha en estas líneas a través de sus militantes que participan en el movimiento sindical y llevando la voz de los huelguistas al Parlamento. El PTB ha experimentado un crecimiento en los últimos años tanto en el terrero electoral como en el organizativo fruto de que para todo un sector de la clase obrera es la mejor alternativa de lucha. Es precisamente por esto que no puede dejar pasar esta oportunidad para impulsar con decisión un nuevo ciclo de movilizaciones.
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A las reivindicaciones planteadas el pasado mes de enero, se han sumado ahora también algunas de las demandas más sentidas, como son la mejora de los salarios (la propuesta del Gobierno es congelarlos hasta 2027), la seguridad en el trabajo, el no a la eliminación de la remuneración de las horas extras, la supresión de las leyes antisindicales (las acciones sindicales podrán ser juzgadas en tribunales y las manifestaciones prohibidas) y la reversión de toda la política de recortes del Gobierno "Arizona".
El actual Gobierno federal tuvo que esperar siete meses para formarse tras las elecciones, hecho que demuestra su debilidad. En esta situación, un plan de movilizaciones en la línea del planteado más arriba podría asestarle el golpe de gracia y acabar con su política salvaje de recortes y privatizaciones.
Para ello es necesario, apoyándose en el impulso de las movilizaciones masivas que ya han tenido lugar, llevar a cabo este plan. Este debería ponerse en marcha basándose en asambleas y comités obreros en los barrios, centros de trabajo y de estudio y que estos sean organismos a través de los cuales la clase obrera belga tome las riendas de su lucha.