El 23 de febrero la ministra de la Guerra, Margarita Robles, visitó el astillero de Navantia-Ferrol para ver cómo avanza la construcción de las nuevas fragatas para la marina española, y se llevó una sorpresa.

El día anterior, la CGT habíamos propuesto realizar una acción reivindicativa con toda la plantilla. El resto de sindicatos aceptó; probablemente pensando que, de lo contrario, se repetiría lo ocurrido durante la visita de Pedro Sánchez el pasado abril, cuando no quisieron hacer nada y la CGT convocó en solitario.

Nos concentramos en una explanada para que ella y su séquito nos viera nada más entrar. Dos minutos después de pasar de largo, reapareció y se bajó del autobús la ministra y tras ella toda la comitiva: el presidente de Navantia, el delegado del Gobierno en Galicia...

Tanto la ministra como el presidente saludaron efusivamente a algunos miembros del comité de empresa. En esas estábamos cuando un compañero de CGT llama a la ministra y ella va hacia él. El presidente del comité, de CCOO, le dice al presidente de Navantia que la ministra no vaya a hablar con él. Y este haciéndose eco le recomienda a Robles que no vaya. Ella duda un segundo, pero decide caminar hacia el conjunto de trabajadores —imaginamos que para demostrar cintura y buen talante— y comienza un debate que duró unos veinte minutos entre la ministra, el presidente de Navantia y media docena de trabajadores.

Basta de servilismo con el imperialismo y de gestionar una empresa pública como un cortijo

La CGT reprochamos al presidente los 200.000 euros anuales que cobra, cuando en la empresa hay trabajadores mileuristas, todavía no se nos ha aplicado la subida del 3,5% para 2022 y la negociación de convenio está paralizada.

También les dijimos que no había ninguna diferencia en la gestión de Navantia entre este Gobierno y los del PP en asuntos tan importantes como la subcontratación o las relaciones laborales, que la carga de trabajo era importante pero también lo eran las condiciones laborales y que en la Industria Auxiliar hay empresas tercermundistas, que  se debería notar que no gobierna la derecha y no se nota, y que en el futuro no se pregunten por qué hay abstención en la izquierda. 

Otros trabajadores profundizaron en estos temas o abordaron otros, como el ocultamiento de información (masa salarial), control perimetral, la privatización encubierta de una empresa pública, etc.

Un afiliado de CGT también reprochó a la ministra, de forma valiente y contundente, que el Gobierno “más progresista de la historia” no haya movido un solo dedo por la situación de Pablo González, el periodista acusado sin pruebas de ser un espía ruso y encarcelado en régimen de aislamiento durante más de un año en Polonia, país miembro de la supuestamente “democrática” Unión Europea, máximo exponente de las políticas militaristas y uno de los principales aliados del imperialismo norteamericano, ante quien parece que el Gobierno Sánchez no se atreve a abrir la boca.

La respuesta de la ministra fue la previsible: ninguna. Buena disposición para todo lo que esté en su mano (“pero yo solo soy ministra de Defensa”) y buenas palabras para el resto. La respuesta del presidente de Navantia, que estaba como un pulpo en un garaje, fue pedirnos que le demos tiempo.

Este Gobierno lleva tres años y medio en el poder. Si había una voluntad real de cambiar algo, ya debería haberse notado. Los hechos van en otro sentido: por ejemplo, en Cartagena acaban de subcontratar tareas del casco resistente que nunca se habían subcontratado por considerarlas fundamentales.

A la salida de Navantia, la ministra y el presidente acudieron a una reunión con empresarios de auxiliares. El presidente de la patronal ferrolana, Jorge Silveira, les agradeció “las facilidades a la hora de concretar la colaboración público-privada” y exigió que se sigan haciendo inversiones en la formación de trabajadores de la Industria Auxiliar. En otras palabras, desviar dinero público en nombre de una supuesta iniciativa privada. Los empresarios son parásitos sociales.

Un último aspecto. Llamó la atención de muchos compañ@s que erlos líderes oficiales del comité no participaron del debate. A lo mejor fue porque después tuvieron una reunión con la ministra, de la que no podemos hablar porque no se avisó a la CGT.


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