Hace casi cuatro años, los días 6 y 7 de diciembre de 2014, se celebró el I Encuentro Estatal de GanemosCCOO. Más de 200 afiliados y afiliadas, delegados y delegadas, tanto veteranos sindicalistas con décadas de lucha a sus espaldas como jóvenes recién afiliados a CCOO, decidimos que era necesario tomar la iniciativa para “dar una expresión organizada al descontento y la crítica de miles de sindicalistas a la deriva de la actual dirección confederal y del conjunto de las federaciones que siguen su modelo de pacto social y sumisión al gobierno y la patronal”.

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El desencadenante inmediato de la constitución de GanemosCCOO fue el descubrimiento de que seis dirigentes de CCOO, que formaban parte del Consejo de Dirección de Caja Madrid en representación del sindicato, estaban implicados en un fraude de 15,5 millones de euros perpetrado a través de un sistema de tarjetas fiscalmente opacas, popularmente conocidas como tarjetas black.

La conmoción que provocó ese escándalo fue muy profunda. Decenas de miles de afiliados y afiliadas a CCOO mostraron su repulsa y su hartazgo por este comportamiento, reacción que se agudizó ante la tibia respuesta de los máximos dirigentes del sindicato a este gravísimo caso de corrupción. Tanto la Comisión Ejecutiva Confederal como el secretario general del sindicato del momento, Ignacio Fernández Toxo, intentaron restar importancia a los hechos y, sobre todo, los desligaron completamente de la política de colaboración con los empresarios y el gobierno que practicaban desde hacía muchos años.

Para muchos sindicalistas de base, delegados y delegadas que propugnamos una política sindical combativa y democrática, y que la ponemos en práctica en nuestra labor cotidiana en los centros de trabajo, no bastaba solo con las condenas. Para nosotros y nosotras era indiscutible que la corrupción descubierta en Caja Madrid era la consecuencia inevitable de la paz social, del consenso con la patronal y de asumir el papel del sindicato como un pilar de la gobernabilidad y estabilidad del sistema, aspectos que se han convertido en santo y seña de la estrategia de la dirección confederal en las últimas décadas.

En consecuencia, consideramos necesario dar un paso adelante y organizarnos de forma permanente con el objetivo de recuperar las señas de identidad que hicieron de las Comisiones Obreras una herramienta poderosa en la lucha de la clase obrera contra la dictadura del general Franco, y con la que conquistamos derechos laborales, sociales y políticos que hoy están amenazados o simplemente han sido arrebatados. Nuestra aspiración era recuperar CCOO para la clase trabajadora, para un modelo sindical combativo, de clase, democrático, asambleario e igualitario.

Con esta finalidad lanzamos el manifiesto La gota que colma el vaso, que en apenas unas semanas obtuvo un notable apoyo y una generalizada simpatía entre la capa más activa de la afiliación de CCOO. Pronto estuvimos en condiciones de realizar reuniones y asambleas en numerosas localidades, y entramos en contacto con una amplia representación de delegados/as y afiliados/as que compartían nuestros puntos de vista.

Pero, junto a la simpatía de las bases, también tuvimos ocasión de percibir la abierta hostilidad de una gran parte de los dirigentes. Muy pronto fuimos testigos de las presiones, al principio sutiles, pero más tarde abiertamente amenazantes, que desde el aparato más burocrático se ejercieron sobre firmantes del manifiesto.

Desarrollo y actividad de GanemosCCOO

Los primeros meses de vida de GanemosCCOO estuvieron orientados a conseguir la máxima difusión de nuestras ideas y del documento Diez propuestas para recuperar CCOO para un sindicalismo combativo, de clase y democrático aprobado en nuestro I Encuentro Estatal.

Al mismo tiempo, los compañeros y compañeras de GanemosCCOO impulsamos una acción sindical combativa en las empresas y sectores en los que estábamos presentes. En Navantia, en la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Madrid, en El Corte Inglés, en Asispa, en H&M, en el sector de Atención a la Discapacidad, en la Federación de Enseñanza, en la de Servicios, Atención a la Ciudadanía, Administración Pública, en Industria... muy pronto empezó a notarse nuestra presencia y también pudo comprobarse que nuestra intervención ganaba día a día un apoyo creciente.

Nuestra actuación en IBM también fue muy importante. La empresa, contando con el apoyo directo del entonces secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, se vio obligada a retirar un ERE debido a la negativa de los delegados de CCOO, con el apoyo masivo de la asamblea, a aceptar la pérdida de un solo puesto de trabajo, incluso tratándose de bajas voluntarias y con indemnizaciones muy cuantiosas. Esta lucha representó un claro ejemplo de lo que un pequeño grupo de activistas sindicales, con un programa y una orientación clara, estaban en condiciones de lograr, convenciendo e impulsando a la lucha al conjunto de la plantilla para resistir los ataques empresariales. Si eso pasaba en IBM, con una tradición de lucha sindical casi inexistente, las condiciones para que repitiese en otros muchos sectores estaban dadas.

GanemosCCOO siempre ha apoyado activamente las luchas de empresas donde no teníamos presencia directa, como Vodafone o Coca-Cola, participando en sus movilizaciones y repartiendo decenas de miles de hojas de solidaridad y en las que planteábamos la que, a nuestro criterio, era la mejor estrategia para conseguir la victoria.

La huelga de los trabajadores de las subcontratas de Movistar en 2015 fue una de las principales oportunidades para demostrar en la práctica la validez de nuestro programa y nuestras ideas. Los compañeros de GanemosCCOO del sector estuvieron en primera línea de la huelga, y muchas de sus propuestas tuvieron un impacto muy positivo en el desarrollo de la lucha. Finalmente, la huelga fue derrotada con la ayuda de los dirigentes de CCOO y UGT que, a traición y contra la opinión de la inmensa mayoría de los trabajadores, firmaron un acuerdo con Telefónica y llamaron a poner fin a la huelga. Como era de esperar, el acuerdo firmado por CCOO no valía ni siquiera el papel en que estaba escrito y fue inmediatamente incumplido por las empresas subcontratistas, sin que, hasta el día de hoy, más de tres años después, los dirigentes de CCOO hayan abierto la boca ante semejante atropello.

La huelga de Movistar marcó un hito. Fue la primera movilización masiva de un sector totalmente precarizado y atomizado, sujeto a una cadena de subcontratación que facilita todo tipo de abusos e ilegalidades y donde hay una fuerte presencia de falsos autónomos. Además, no sólo fue una de las primeras grandes huelgas realizadas con la oposición de CCOO y UGT, sino que ignoró la desconvocatoria por parte de ambos sindicatos. Los trabajadores del sector consiguieron poner en marcha una movilización ejemplar que consiguió un apoyo social masivo y recuperó las mejores tradiciones del movimiento obrero, colocando a la asamblea de trabajadores en centro de la dirección de la huelga.

La traición de los dirigentes de CCOO en esta importante huelga no fue un hecho casual. Desde muchos años atrás, la gerencia de Telefónica se esfuerza por asociar a los dirigentes del sindicato a sus políticas de personal. A cambio de aceptar, entre otras muchas renuncias, que los instaladores de plantilla fuesen sustituidos paulatinamente por subcontratados en condiciones de precariedad crecientes, los dirigentes de CCOO recibieron, entre otras prebendas, una participación del 15% del capital de Fonditel, la sociedad que gestiona los planes de pensiones de los empleados de Telefónica. Gracias a esta participación, CCOO obtiene varios millones de euros al año en concepto de dividendo, y además cuenta con la posibilidad de colocar en buenos puestos de Fonditel a dirigentes del sindicato y sus familiares.

La actuación de la dirección confederal y de la Federación de Industria en esta huelga supuso una confirmación de la crítica que desde GanemosCCOO veníamos realizando a su estrategia y que justificó el nacimiento de nuestro movimiento.

Una política sindical que da la espalda a los trabajadores en general, y a la juventud precaria en particular

La actuación de la dirección de CCOO en estos últimos años refleja la profundidad del abandono de una política de clase. La dirección del sindicato se ha convertido en una válvula de seguridad para garantizar la estabilidad social y política del régimen del 78, y las ganancias empresariales, y para gestionar los conflictos con el objetivo de terminarlos lo antes posible con los peores resultados.

Los dirigentes de CCOO intentan compaginar su política de pacto social y desmovilización con el mantenimiento de la afiliación, especialmente en los bastiones del movimiento obrero tradicional (las grandes industrias del metal, la automoción, el naval, etc.). Pero, a partir del estallido de la crisis en 2008, la pérdida de afiliación e influencia entre los trabajadores precarios, especialmente entre las capas más jóvenes, es muy notoria.

En su giro a la derecha, los dirigentes de CCOO tuvieron siempre cuidado de buscar el apoyo de ciertos sectores de la clase trabajadora: los de más edad (a quienes se tienta con una perspectiva de prejubilaciones para que cierren los ojos ante las traiciones de las cúpulas sindicales) o los de mayor antigüedad (a quienes se les blindan individualmente unas condiciones laborales más favorables para que acepten que las nuevas contrataciones tengan salarios inferiores y menos derechos colectivos en el convenio). Así consiguieron mantener su influencia en numerosas empresas y su nivel de representatividad legal. Pero desde hace años, especialmente desde las últimas huelgas generales (2012), su estrategia ha chocado frontalmente con el ascenso de la lucha de clases y los grandes movimientos de masas, hasta el punto de que han sido desbordados en numerosos conflictos y movilizaciones sociales de envergadura.

La expansión de GanemosCCOO en sus primeros meses de vida demostró, por un lado, el ambiente de descontento entre una capa de activistas y delegados sindicales hartos de la política de entrega a la patronal y el gobierno, y hartos también de un régimen burocrático sofocante. Por otro, ponía el acento en la nueva realidad de la lucha de clases, con una nueva generación de trabajadores que critican a estas direcciones sindicales tradicionales cuya autoridad está muy mermada. Pero esta pérdida de influencia es un mal menor para el aparato.

Acuerdos como el que ya hemos señalado de las subcontratas de Telefónica, en los que la dirección de CCOO no duda en sacrificar una parte de su presencia orgánica en beneficio de la empresa, no son algo excepcional.

La firma, hace unos meses, del Convenio Colectivo Estatal del sector TIC (Tecnologías de la Información y Comunicaciones), que afecta a 280.000 trabajadores, a pesar de la oposición tajante de la inmensa mayoría de los delegados de CCOO y con los dirigentes del sindicato sabiendo fehacientemente que esta firma supondría la baja en el sindicato de decenas de delegados y de cientos de afiliados, supuso una nueva constatación de que la prioridad de la cúpula de CCOO es la de poner el sindicato al servicio de la “paz social”, es decir, al servicio de la cuenta de resultados de las grandes empresas y de las políticas de estabilidad presupuestaria del Gobierno, aunque eso suponga una sangría afiliativa.

Los dirigentes de CCOO están incluso dispuestos a renunciar a tener presencia real entre sectores importantes de trabajadores si a cambio se les garantiza cierta capacidad de influencia en la vida interna de las grandes empresas y de la administración pública, especialmente en materia de contratación —que es un medio eficaz para conservar poder en esas plantillas— y unas fuentes de financiación que aseguren el estilo de vida y los privilegios materiales del aparato, liberado de tener que trabajar en el proceso productivo y de los condicionantes que implica el depender de las cuotas de los afiliados.

En lugar de una organización democrática de trabajadores en lucha por sus derechos, los actuales dirigentes de CCOO quieren un aparato incrustado en las empresas, fusionado en la práctica con las direcciones de Recursos Humanos. Las reiteradas demandas de la cúpula de CCOO de que se les financie directamente a cargo de los Presupuestos Generales del Estado y de que se limiten las competencias de los comités de empresa responden claramente a estas aspiraciones.

Oleada de represión interna

Desde el primer momento, la actividad de GanemosCCOO chocó con las represalias desencadenadas desde el aparato de las federaciones, que violaban abiertamente la democracia interna del sindicato. Apenas unos días después del I Encuentro Estatal, los compañeros y compañeras de GanemosCCOO en la EMT de Madrid sufrieron las primeras acciones de acoso. A lo largo de todo el año 2015 fuimos testigos de una campaña de ataques furibundos a afiliados y afiliadas que habían manifestado abiertamente su apoyo al Manifiesto de GanemosCCOO.

Cientos de compañeras y compañeros fueron marginados de la actividad diaria del sindicato y excluidos de órganos internos y de las candidaturas a las elecciones sindicales. Muchas compañeras y compañeros fueron citados individualmente por burócratas que “por su propio bien” les aconsejaban que retirasen su apoyo a GanemosCCOO. En algunos casos, esas presiones tuvieron éxito. Compañeros y compañeras que tenían fundadas razones para temer por sus puestos de trabajo nos explicaron que no tenían más remedio que abandonar el apoyo público a GanemosCCOO, para evitar males mayores.

Por supuesto, no permanecimos callados ante esos abusos, y cada represalia fue denunciada públicamente con el mayor vigor. Al mismo tiempo, aprovechamos todas las oportunidades que la vida interna del sindicato nos ofrecía para extender el conocimiento de nuestras propuestas y ampliar nuestro apoyo.

En marzo de 2015 intervinimos en el debate sobre el documento Código de conducta. Medidas para reforzar las mejores prácticas de gobierno y control en CCOO, para explicar a la afiliación que era imposible impedir en el futuro escándalos como el de Bankia sólo con medidas organizativas, ya que la corrupción interna era inseparable de la estrategia de conciliación social practicada por la cúpula del sindicato. Elaboramos un documento propio que fue ampliamente difundido y que está publicado en nuestra web (www.ganemosccoo.org).

En mayo de 2016, el debate Repensar el sindicato, lanzado por la dirección para tratar de recuperar algo de la autoridad perdida en los años anteriores, nos ofreció una nueva oportunidad de exponer públicamente nuestra propuesta de estrategia sindical. A pesar de las restricciones y obstáculos que encontramos, nuestro documento alternativo alcanzó una amplia difusión.

Al comprobar que sus acciones no conseguían detenernos, los dirigentes del sindicato decidieron dar un paso más en su estrategia represiva y antidemocrática e iniciaron una campaña selectiva de expedientes y expulsiones de delegados, que continua a día hoy.

Las expulsiones se cebaron en compañeras y compañeros con puestos de responsabilidad interna o con posiciones destacadas en comités de empresa. La compañera Elena Fernández, secretaria general de la Federación de Enseñanza de Castilla y León, fue expulsada del sindicato, como también fueron expulsados, entre otros muchos, los compañeros Felipe Boluda y María Ángeles Carmona, delegados en El Corte Inglés Madrid, Natacha Sánchez, delegada de Carrefour Madrid, o recientemente Antonio Muñoz, miembro del comité de empresa de una subcontrata de Navantia Puerto Real y uno de los impulsores de la huelga general del metal en la Bahía de Cádiz del pasado junio.

Con estas expulsiones, la dirección de CCOO volvió a demostrar que está dispuesta a destruir completamente las secciones sindicales que sea preciso antes que permitirles desarrollar una acción sindical consecuente en defensa de los intereses de los trabajadores y trabajadoras. Esta represión interna contra GanemosCCOO muestra con claridad meridiana cuál es la verdadera preocupación de la cúpula respecto a nuestra corriente.

Las firmas de apoyo a nuestro manifiesto son públicas y nada impediría que la dirección de CCOO impulsara una expulsión colectiva. Pero no lo han hecho porque lo que realmente preocupa a los dirigentes es que nos dirijamos directamente a los trabajadores en empresas o sectores en los que CCOO busca un acuerdo a toda costa. Que en ese momento haya o no un conflicto laboral abierto no es lo más importante. Lo relevante es que los dirigentes de CCOO consideran que la presencia de compañeros y compañeras de GanemosCCOO en los comités de empresa representa un obstáculo a la hora de cerrar acuerdos con las empresas a espaldas de las plantillas.

En El Corte Inglés, los dirigentes de la Federación de Servicios buscan convencer a la empresa de que ellos serían mucho mejores que los sindicatos abiertamente amarillos FETICO y FASGA para ayudar a ejecutar los reajustes que la irrupción del comercio por internet impone al sector de Grandes Almacenes. La firme postura de nuestros compañeros del comité de empresa de El Corte Inglés de la calle Goya de Madrid era un obstáculo potencial a estos planes, y por eso había que derribarlos y expulsarlos.

Algo similar ha ocurrido en Carrefour, donde una única delegada del comité de empresa del centro de Leganés amenazaba con descubrir los indignos y vergonzosos acuerdos firmados por CCOO y la empresa a cambio de prebendas y privilegios para los dirigentes. Tras una campaña de acoso en colaboración con la dirección de la empresa, fue expulsada.

La experiencia demuestra que, mientras que la protesta y la oposición se mantengan entre las cuatro paredes de los locales sindicales, los dirigentes exhiben un alto grado de tolerancia. Pero otra cosa es que las críticas y las propuestas alternativas se lleven directamente a los trabajadores y trabajadoras afectados, y pongan en riesgo los amaños y las traiciones de la cúpula de CCOO. En este caso, los dirigentes son implacables.

Nuestras denuncias internas ante estos atropellos no tuvieron eco en la dirección del sindicato. Ni la carta que dirigimos a Ignacio Fernández Toxo en septiembre de 2016, ni el llamamiento previo al XI Congreso en diciembre de ese año ni la carta que dirigimos a Unai Sordo tras su elección como secretario general confederal en julio 2017 tuvieron respuesta.

Pero ninguna de estas medidas represivas frenó las ganas de luchar de las compañeras y compañeros represaliados. La inmensa mayoría continúan en primera línea de la actividad agrupados bajo otras siglas sindicales.

¿Qué preocupa realmente a los dirigentes de CCOO?

Esta campaña de expulsiones no es sólo una sobrerreacción a la presencia de una oposición interna, sino que es parte necesaria de un giro hacia la derecha cada día más acentuado.

Aunque actualmente estamos atravesando un supuesto período de crecimiento económico, lleno de declaraciones oficiales de optimismo, la situación de los asalariados sigue deteriorándose, sin que se perciba síntoma alguno de un próximo cambio de tendencia.

Un factor imprescindible para que ese deterioro siga profundizándose es la política de CCOO y UGT. La firma de un nuevo y nefasto pacto salarial el pasado mes de julio siguiendo la estela de los precedentes, y su persistencia en obstaculizar y frenar cualquier intento de movilización generalizada, son dos elementos muy preciados por el gran capital y el gobierno, tanto por el anterior de Rajoy como por el actual de Pedro Sánchez. Es realmente increíble que, en esta fase de beneficios estratosféricos de la banca y las empresas, las cúpulas de CCOO y UGT renuncien a pasar a la ofensiva para recuperar el poder adquisitivo perdido, que ha sido mucho en estos años, y plantar cara a la lacra de la precariedad. Estas razones explican que el choque entre los intereses objetivos de la clase trabajadora y la política de las cúpulas sindicales se haya exacerbado gravemente.

El conflicto del centro de Amazon en San Fernando (Madrid), con una plantilla joven y sometida a una explotación muy dura, es una buena muestra de lo que decimos. Puesto que la posición minoritaria de CCOO en ese centro no les permitió frenar el conflicto, se emplearon a fondo para descarrilarlo. En la reunión internacional de representantes sindicales de Amazon Europa, celebrada en Italia el pasado abril, CCOO defendió que “cada país tiene sus propias reivindicaciones” y saboteó en la práctica que la huelga internacional prevista para el Prime Day tuviera un efecto equivalente a las huelgas de Ryanair que se realizaron en las mismas fechas.

CCOO es el sindicato mayoritario en Amazon España, pero la huelga no tuvo apoyo efectivo desde el resto de centros de la empresa en el Estado español. Ni siquiera el centro de Getafe, donde CCOO domina y donde en las mismas fechas se desarrollaba un conflicto laboral, coordinó sus acciones con el de San Fernando. Todo indica que la perspectiva de los dirigentes de la Federación de Servicios de CCOO es llegar a algún tipo de acuerdo con Amazon, siguiendo el ejemplo de otros firmados en banca, cajas de ahorro, Seat, Nissan, Telefónica y muchas empresas, para introducir una doble —o triple— escala salarial, garantizando, al menos a corto plazo, que las condiciones laborales de la plantilla actual no se alteran, aunque sea a costa de los nuevos contratados y de los trabajadores de ETTs y de subcontratas. A cambio, CCOO recibirá compensaciones por parte de Amazon en forma de bolsas de horas para liberados.

Los dirigentes de CCOO han conseguido que el recrudecimiento de los métodos burocráticos y la expulsión de los sectores más combativos y militantes, unido al impacto de la crisis y a una cierta estabilidad del empleo en las plantillas principales de los grandes centros industriales (lograda a costa de la paz social, el aumento de los ritmos de producción, las dobles escalas salariales y las subcontratas), garantizaran que su política de capitulación haya salido triunfante en los procesos congresuales. Pero esto no puede ocultar la gran pérdida de influencia y de capacidad movilizadora entre la clase obrera, y la desafección de la juventud obrera.

Hace diez años era razonable pensar que el desarrollo de la crisis económica impulsaría un proceso agudo de diferenciación interna en el sindicato, e incluso que un sector de la burocracia plantearía la necesidad de una política más combativa para atajar la pérdida de apoyo social y el creciente desprestigio.

Pero más bien ha ocurrido lo contrario. El aparato del sindicato ha cerrado filas sobre sí mismo, ha buscado el amparo político y financiero del gobierno y la patronal, y se contenta con mantener el apoyo de las grandes secciones sindicales y los sectores de aristocracia obrera, que constituyen la columna vertebral que sostiene a la dirección de CCOO.

En tanto que consigan mantener relativamente intactas las condiciones laborales que capas importantes de la clase trabajadora conquistaron con su lucha en los años 70 y 80, los dirigentes de CCOO se sienten tranquilos. No consideran un riesgo que esas capas sean cada vez más pequeñas y que su edad media sea ya elevada. En las grandes empresas siempre hará falta un cierto número de gestores y encargados, y confían en que, a través de pactos con las empresas, serán capaces de mantener su apoyo.

Tampoco les preocupa que la contrapartida de sus pactos con las empresas sea la consolidación y perpetuación de la precariedad para un número cada vez mayor de trabajadoras y trabajadores. Es cierto que entre este sector se extiende el descontento y la indignación. Pero la dirección del sindicato confía en que la necesidad y la pobreza les ayudarán, en colaboración con las empresas, a aumentar sus redes clientelares para mantener su poder y su influencia.

Recrudecimiento de la lucha de clases

2018 se abrió con una nueva oleada de movilizaciones sociales y laborales. Tanto las multitudinarias manifestaciones de pensionistas como la explosión de indignación de millones de mujeres y hombres que participaron en la gran huelga feminista del pasado 8-M pillaron por sorpresa al gobierno del PP y a los dirigentes sindicales.

La Coordinadora que impulsó las gigantescas movilizaciones de pensionistas planteó como objetivo irrenunciable la retirada de la reforma de las pensiones pactada en 2011 por CCOO y UGT con el gobierno del PSOE. Para la dirección de CCOO, esta demanda es inadmisible, puesto que afecta al eje central de su política de concertación social. De modo que, a pesar del inmenso apoyo social que suscitan los pensionistas, la cúpula de CCOO decidió atacar frontalmente a la Coordinadora por todos los medios a su alcance, incluyendo la contraprogramación de manifestaciones para dividir el movimiento y crear confusión.

Este ejemplo de desbordamiento de las cúpulas de CCOO y UGT viene de lejos y alcanzó un punto de inflexión en conflictos como la huelga de los trabajadores de la limpieza viaria en Madrid (2013), la lucha de la sanidad pública madrileña contra los planes de privatización del PP, las primeras oleadas de la Marea verde en defensa de la enseñanza pública o las Marchas de la Dignidad de marzo de 2014, que dieron una señal clara de que era posible lograr la movilización masiva de la clase trabajadora sin el apoyo de CCOO y UGT. A lo largo de los últimos meses hemos sido testigos de un aumento de las huelgas y los conflictos laborales. La variación en el número de huelgas no es todavía significativa, pero sí lo es el importante aumento en el número de trabajadores implicados (un 317% más entre enero y marzo de 2018 respecto al mismo período de 2017) y en el número de horas perdidas (se han duplicado).

Más relevante aún que los datos estadísticos es que en los conflictos surgidos en los últimos meses se perciben claros signos de un cambio cualitativo en la disposición de los trabajadores a la lucha. Las huelgas de la primavera y verano de 2018 demuestran que un importante número de trabajadores está dispuesto a la batalla con toda determinación y firmeza, comprendiendo que una huelga no se puede ganar si desde el primer día predomina la búsqueda a toda costa de un acuerdo con la empresa, estrategia que siempre conducirá a un pacto lesivo o a la baja.

La huelga victoriosa de la plantilla del centro logístico de la multinacional sueca H&M en Torrejón ilustra perfectamente este cambio de ambiente. Los trabajadores de H&M, hartos de años de salarios de miseria, exigieron una subida generalizada y porcentualmente mayor para los salarios más bajos, de forma que se redujesen las diferencias salariales entre trabajadores. Todos los intentos de la dirección de H&M, auxiliados por los dirigentes de CCOO, por llegar a algún tipo de compromiso que rebajase las exigencias de la plantilla chocó con la férrea oposición de las trabajadoras. Finalmente, tras 9 días de huelga indefinida, y cuando en las tiendas de H&M empezaba a escasear la ropa, la multinacional tuvo que ceder y aceptar en su totalidad la tabla reivindicativa aprobada por la asamblea.

También la masiva huelga del metal de la Bahía de Cádiz del pasado 13 de junio, convocada tras la muerte de dos trabajadores en un accidente laboral y que fue un gran éxito a pesar de la feroz campaña contra ella de la alianza formada por la patronal y las federaciones de CCOO y UGT, muestra un nuevo cambio.

Lo mismo se puede decir de la posterior huelga indefinida en Airbus de Puerto Real contra el despido de un trabajador con más de 35 años de antigüedad al que se le aplicó la reforma laboral en lo relativo a las bajas por enfermedad.
Estos ejemplos, y muchos más, ilustran la disposición de miles de trabajadores a hacer frente no solo a la patronal, sino también a los dirigentes de CCOO y UGT que, después de décadas de colaboración con los capitalistas, intentan a toda costa frenar las luchas y mantener una paz social que les permita seguir disfrutando de las ventajas que les otorgan los empresarios a cambio de su sumisión.

Las circunstancias de la actual recuperación económica, que no se basa en el aumento de la inversión productiva, sino en la continua reducción de costes laborales, el incremento de los ritmos, los accidentes laborales y la precarización del empleo, dan motivos para creer que esta tendencia a la lucha, muchas veces con un carácter explosivo y muy radicalizado, puede profundizarse y aumentar.

Una nueva etapa

Como hemos señalado, un rasgo de muchos de los conflictos laborales de los últimos tiempos es el desbordamiento de los aparatos sindicales. A la cabeza de este desbordamiento suelen situarse trabajadores y trabajadoras jóvenes, que no reconocen autoridad alguna a los aparatos sindicales. Este sector no se siente atado a ninguna sigla ni a ningún “pasado heroico”, y tampoco está interesado en instalarse en la rutina de la acción sindical convencional. Si se decide a asumir un papel protagonista es para pelear por reivindicaciones claras y bien definidas, sin aceptar pasteleos a espaldas de los trabajadores ni el tipo de maniobras ocultas a las que tan propensos son los dirigentes de CCOO y UGT.

Para este sector, la lucha interna en el seno del sindicato carece de interés y de utilidad real para ellos y para sus compañeras y compañeros de trabajo. Si ven posibilidades claras de llevar a cabo una acción sindical exitosa, se deciden con facilidad a participar plenamente en la acción, pero con la misma facilidad se retiran si ven que la lucha se desvía por los cauces del pacto y la componenda.

La realidad es que amplios sectores de vanguardia del movimiento obrero, especialmente las nuevas capas de la juventud trabajadora y muchos delegados y delegadas combativas, se organizan allí donde ven la oportunidad de utilizar una herramienta útil. Hacer un fetiche de la participación exclusiva en CCOO, como la experiencia demuestra desde hace ya muchos años, no contribuye al avance del movimiento obrero.

GanemosCCOO siempre tuvo muy claro que constreñir nuestra acción a los cauces internos marcados por un aparato burocrático carecía de sentido. No estamos para convencer a la burocracia sindical de que actúa mal, sino para impulsar la conciencia, la organización y la lucha de la clase obrera. Por tanto, nuestro trabajo se orienta hacia todo el movimiento obrero, hacia el conjunto de los trabajadores y trabajadoras.

En la experiencia tan rica de estos años hemos coincidido en la acción con activistas de otros sindicatos, e incluso con activistas sin afiliación sindical, con los que hemos remado en la misma dirección. En diferentes luchas, delegados y activistas sindicales no pertenecientes a CCOO nos han planteado la necesidad de coordinar los esfuerzos y el trabajo de quienes practicamos un sindicalismo combativo, de clase, democrático y asambleario, independientemente del sindicato al que pertenezcamos. De hecho, es público que en todos nuestros Encuentros estatales participaron miembros de otros sindicatos (CGT, UGT, LAB, CIG...) que querían compartir experiencias y comparten nuestro proyecto.

Esta misma necesidad nos la plantean muchos miembros de GanemosCCOO expulsados del sindicato, o que lo han abandonado hartos del acoso del aparato.

Sindicalistas de Izquierda

Por estas razones, entendemos que es necesario disolver GanemosCCOO y, junto a compañeros y compañeras de otras fuerzas sindicales, abrir una nueva etapa de construcción de una plataforma intersindical de todos los que defendemos un sindicalismo combativo, de clase, democrático y asambleario: Sindicalistas de Izquierda.

El objetivo de esta plataforma será coordinar esas fuerzas y compartir experiencias, intervenir en las luchas de nuestra clase con el programa y los métodos que defendemos, impulsar la solidaridad obrera y la unificación de las luchas, y vincularnos internacionalmente a otras plataformas de sindicalistas combativos.

El nombre que se propone no es casualidad. Entendemos que el origen de los graves problemas que padece la clase obrera es el propio sistema capitalista. Por tanto, los trabajadores no debemos limitarnos a luchar contra sus efectos, debemos luchar también contra la causa.

Necesitamos un sindicalismo sociopolítico, anticapitalista y que enmarque su acción en el combate por el socialismo. Lo contrario, un modelo sindical que se limita a actuar como regulador del conflicto de clase en beneficio del capital, conduce a la desmovilización, a la pérdida de derechos y a actuaciones tan indignas como la que vimos hace poco en Navantia, donde CCOO y UGT, en plena sintonía con el gobierno del PSOE e incluso con el PP, aceptaron el chantaje político de la venta de bombas a la brutal dictadura saudí como condición para mantener los empleos, respaldando así la acción del imperialismo y empujando a los trabajadores a renunciar a un punto de vista de clase independiente e internacionalista en un asunto tan grave.

Sindicalistas de Izquierda no somos neutrales ni ideológicamente ni en la lucha de clases: abogamos por la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores como parte de la gran tarea que tenemos por delante, que no es otra que la emancipación de los oprimidos, acabando con el capitalismo y construyendo una sociedad libre de explotación y opresión, una sociedad socialista.


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