El jueves 9 de julio, la edición local de Ferrol de La Voz de Galicia tenía el siguiente titular: “El naval mira atrás al plan del 99”. Se refería al plan de “futuro” de los astilleros públicos Navantia (que por entonces se llamaban Empresa Nacional Bazán) presentado aquel año, que redujo la plantilla en una cuarta parte mediante la prejubilación de todos los que tuvieran cumplidos o cumpliesen los 52 años en 1999. A raíz de esa noticia, Xaquín García Sinde, compañero de GanemosCCOO que durante aquel proceso era miembro del comité de empresa de Bazán-Ferrol, escribió una tribuna de opinión. Reproducimos a continuación el texto del compañero.
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1999: El plan que destruyó la Bazán
Titulaba La Voz de Galicia el día 9: “El naval mira atrás al plan del 99”. La única razón que hay para mirar a 1999 es no repetir otro plan igual, que está en el inicio de la destrucción del modelo de empresa y de relaciones laborales de la Bazán. La causa de ese plan no fue el exceso de plantilla, sino el aumento de la subcontratación en beneficio de intereses particulares. De hecho, mientras por una puerta se marchaban para casa los prejubilados, por la otra entraban los trabajadores de compañías que los iban a sustituir. En 2004 se repitió la jugada, agravada porque no hubo ninguna cobertura de vacantes. El resultado está a la vista: la degradación de las condiciones laborales (especialmente en las compañías), de la propia empresa y de la situación socioeconómica de la comarca. Ambos planes (1999 y 2004) fueron pésimos.
Viví el plan de 1999 como miembro del comité de empresa. Las prejubilaciones fueron anunciadas como inminentes por el presidente de Bazán en el otoño de 1996, ¡casi tres años antes! La reacción de los principales dirigentes sindicales fue muy desacertada. En vez de denunciar el objetivo real del plan, se anunció la “buena nueva” con entusiasmo digno de mejor causa: “¡Hala, compañeros, que nos vamos!”. Pero el tiempo pasaba, las prejubilaciones no aparecían y el malestar entre los prejubilables crecía cada vez más. La situación se hizo tan insostenible, que los dirigentes sindicales acabaron exigiéndole a la empresa aquella reconversión. Sería bastante penoso que tal situación se repitiera.
Retardar la edad de jubilación siempre es un retroceso social. Pero esto no significa que todo adelanto de la misma sea un avance. Cuando ese adelanto es utilizado para causar un perjuicio a la sociedad, hay que pararse a reflexionar. Se puede entender humanamente que haya trabajadores que vean las cosas exclusivamente desde una óptica individualista, pero los trabajadores con conciencia de clase debemos tener una visión más amplia, una visión social. Y esto significa que la reivindicación fundamental en estos momentos no puede ser las prejubilaciones (y el que venga atrás, que arree).
La reivindicación tiene que ser la carga de trabajo, que no llega a pesar de los anuncios publicitarios que hace el PP, sobre todo en vísperas electorales. Tiene que ser dotar a Navantia de los medios que garanticen su futuro, como un dique adecuado para megabuques. Tiene que ser modernizar tecnológicamente la empresa. Tiene que ser acabar con la selva laboral en las compañías. Tiene que ser la defensa de todos los derechos conquistados a lo largo de décadas de lucha del movimiento obrero. Y, en caso de que se planteasen prejubilaciones, tiene que ser impedir la pérdida de más puestos de trabajo fijos y evitar salidas de golpe y en masa, y que primero ingresen los nuevos trabajadores para que, durante un tiempo, los que salgan les puedan transmitir sus conocimientos. Lo contrario sería contribuir a cargarnos la empresa.
Pero a lo que sí debemos contribuir es a echar del gobierno al PP, que lleva cuatro años causando un sufrimiento inmenso y ahora está intentando lavarse la cara. Bajo ningún concepto los trabajadores de Navantia debemos permitir que el PP nos utilice para dar una imagen de “giro social”, ni siquiera si individualmente uno saliera beneficiado, beneficio sólo aparente porque la continuidad del PP significaría cuatro años más de pesadilla para los trabajadores, también para quien estuviera en casa, porque las políticas del PP le golpearán tanto directamente (recortes de todo tipo) como indirectamente (a través del paro, la precariedad y los bajos salarios de sus hijos). Lo contrario significaría anteponer el interés individual al interés general de la clase obrera o creer que a los trabajadores nos convendría más negociar con el PP que con un nuevo gobierno.
Hace escasos días, Ainair repartió bocadillos entre sus trabajadores para que no perdieran tiempo al mediodía saliendo a la calle a comer. Esto no ocurrió en un taller perdido en medio del monte, sino dentro de las murallas de Navantia-Ferrol. Hace recordar tiempos pasados, cuando los trabajadores de los astilleros ferrolanos comían sentados por las calles de nuestra ciudad, y por esto mismo es una señal que debería disparar todas las alarmas y provocar una profunda reflexión sobre el papel que están jugando los sindicatos de clase y cuáles deben ser sus prioridades.
Versión resumida publicada en La Voz de Galicia (en gallego):