La cuestión de las corbetas saudíes es compleja. Y es compleja por una razón: porque si los trabajadores de Navantia no tuviéramos nada que ver con esta empresa, estaríamos a favor de no vender armas a Arabia Saudí, una dictadura feroz que viola sistemáticamente los derechos humanos y que financia el fundamentalismo islámico en todo el mundo, que tiene estrechos vínculos con el terrorismo yihadista, como está más que demostrado.

Una dictadura con rasgos medievales que está agrediendo militarmente al pueblo yemení con bombardeos indiscriminados que causaron miles de muertos y destruyeron el país, llevando el hambre a la gran mayoría de la población y provocando la mayor epidemia de cólera de la historia según la ONU: un millón de personas afectadas.

¿La suspensión de la venta de las bombas podría haber provocado la anulación del contrato de las corbetas? Sí, y en este sentido la preocupación y la movilización son lógicas. Pero consideramos muy equivocado que la reivindicación fuera, en la práctica, pedir la venta de las bombas porque NI COMO SERES HUMANOS NI COMO TRABAJADORES PODEMOS SER INDIFERENTES ANTE LA BARBARIE. La causa de las guerras son los intereses económicos de los poderosos, pero los muertos los pone la clase obrera. Debemos aspirar a un mundo en paz en el que los ingentes recursos que los capitalistas dedican hoy a armas se usen para garantizar una vida digna desde la cuna hasta la tumba a todo ser humano de este planeta. El interés social no puede verse condicionado por intereses particulares. ¿Veríamos lógico que la lucha contra el tabaquismo estuviera condicionada por los intereses de los estanqueros?

¿Qué diferencia la guerra del Yemen de la de Irak? En esencia nada. En una y otra hay intereses económicos, un país destruido, sufrimiento, muertos inocentes... La diferencia son las corbetas. La venta de las bombas se defendió sindicalmente con argumentos inaceptables. ¿Aceptaríamos que un narco se justificara con el argumento de que está en el paro, que él sólo vende droga, que lo que se haga después con ella es responsabilidad de quien la compra y que, además, si no la vende él, la venderá otro?

Además, esos argumentos sindicales son contraproducentes para los intereses de los trabajadores de Navantia. En cualquier conflicto laboral, la simpatía de la sociedad es un factor muy importante. En este sentido, Navantia no es una empresa más. Los trabajadores de Navantia tenemos a nuestro favor que nuestras movilizaciones tienen una simpatía y proyección pública estatal muy superior a las de otras empresas. En este sentido, la imagen pública colectiva que dimos es muy negativa: unos insensibles a los que sólo preocupan sus intereses particulares sin importarles las consecuencias que esto pueda tener para los demás, aunque sean consecuencias tan atroces como las de una guerra.

Ante la posibilidad de la anulación del contrato, la movilización era lógica, pero su contenido debió ser COMPLETAMENTE DIFERENTE. La responsabilidad de dotar de carga de trabajo a Navantia es del gobierno. Por tanto, como su decisión de suspender la venta de las bombas no era criticable, lo que se le debió exigir fue la aprobación inmediata de la segunda serie de los BAM y del quinto petrolero, como forma de dotar de carga de trabajo a las factorías gaditanas. El 27 de julio se entregó el último BAM de San Fernando.

El contrato saudí se había firmado a principios de ese mismo mes, tras dar vueltas durante tres años y medio. Si no llega a firmarse, ¿por dónde pasaría el futuro inmediato de San Fernando? Por esa segunda serie de los BAM (que además equivale a las corbetas: 5 años de trabajo y 6.000 empleos).

Un contrato, un solo contrato, no garantiza nada. Navantia ha conseguido contratos más importantes que el saudí, como el de las fragatas noruegas (hay que evaluarlos en horas, no en euros, por la inflación). Pero ese contrato tan importante se acabó y el problema de la carga de trabajo volvió a estar encima de la mesa, dando lugar a intensas movilizaciones en Ferrol. Por tanto, el futuro de Navantia no depende de un determinado contrato, por grande que sea. Hay que ser conscientes de que, a largo plazo, mantener la actual Navantia exige diversificar, empezando por la recuperación de la construcción civil. Por eso también fue un error no reivindicar el quinto petrolero, tanto por la situación de Puerto Real como para poner el foco en este aspecto.

Todo esto que estamos diciendo aquí no es una crítica a los compañeros que opinan distinto. Ya sabemos que entre los trabajadores hay múltiples visiones de las cosas. Lo que sí criticamos, y con toda dureza, es que el movimiento obrero organizado (sindicatos, comités, etc.) defienda la postura que defendió. Las declaraciones del comité de San Fernando, las declaraciones del presiden de la Coordinadora Unitaria o el comunicado del día 8 de la federación de CCOO, pidiendo directa o indirectamente la venta de las bombas, son una aberración sindical. Pero no se trata sólo de insensibilidad ante un drama humano o de no denunciar toda la demagogia del PP, que se presentó como el defensor de los trabajadores cuando lo único que le importa son los intereses de las grandes empresas y de los comisionistas. De hecho, el PP aprobó hace menos de un año sacar a concurso público el BAM-IS, lo que representó un salto cualitativo en el desmantelamiento de Navantia iniciado por el PP de Aznar con el plan de empresa de 1999, plan que está en la raíz de la actual situación de Navantia porque implantó este modelo de empresa basado en la subcontratación masiva, modelo que continuaron los gobiernos posteriores, tanto del PSOE como del PP.

LO MÁS GRAVE, SINDICALMENTE HABLANDO, ES EL TRASFONDO IDEOLÓGICO DE ESA POSTURA: para defender lo que me conviene, vale todo; hay que hacer lo que quiere Arabia Saudí porque es la que tiene el dinero; hay que ser realistas; hay que defender los intereses de las empresas porque son las que nos dan de comer...

ESTOS VALORES (INDIVIDUALISMO, INDEFERENCIA HACIA LOS DEMÁS, SUMISIÓN ANTE LOS PODEROSOS, RESIGNACIÓN ANTE LA REALIDAD, COLABORACIÓN DE CLASES...) SON REACCIONARIOS, SON LOS VALORES IDEOLÓGICOS DE LA DERECHA.

EL SINDICALISMO DE CLASE SIEMPRE TUVO LOS VALORES IDEOLÓGICOS CONTRARIOS, LOS DE LA IZQUIERDA: SOLIDARIDAD, COMPROMISO SOCIAL, REBELDÍA ANTE LA INJUSTICIA, INTERNACIONALISMO PROLETARIO, LUCHA DE CLASES... PERO NO LLEGA CON PROCLAMARLOS, HAY QUE PRACTICARLOS.

Aunque, vistos los precedentes, no es de extrañar. El mismo comité de San Fernando que hace una semana lloraba por los trabajadores de compañías, en junio estuvo en contra de una huelga para reivindicar el cumplimiento del convenio provincial, mayor seguridad en el trabajo y condiciones laborales dignas. Otro tanto puede decirse del comité de Ferrol respecto a la huelga de las compañías del pasado octubre. Ayer el “realismo” los llevó a aceptar la subcontratación masiva, la precariedad en las compañías o el IV Convenio, hoy los lleva a exigir la venta de las bombas a Arabia Saudí y mañana los llevará a aceptar un nuevo recorte de plantilla en el plan o un recorte de derechos en el convenio único.

José María Fidalgo, cuya complicidad con la derecha nadie puede negar, fue secretario general de CCOO. Oliva, presidente del comité de San Fernando y del Intercentros, era en realidad un vendido al servicio de la empresa. Pero no llegaron a sus cargos sindicales solos, fueron apoyados por otros sindicalistas que compartían su visión de las cosas.

Fidalgo y Oliva pasaron, pero sus apoyos permanecen. Defender hoy los intereses de los trabajadores también significa luchar para que el sindicalismo recupere lo que nunca debió perder: los valores ideológicos de la izquierda.

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