LOS TRABAJADORES DE COMPAÑÍAS LUCHAN POR SUS DERECHOS

Las compañías auxiliares de las dos factorías de Navantia en la ría de Ferrol mantuvieron en octubre una huelga indefinida de veintidós días (del 5 al 26) para reivindicar unas mejores condiciones laborales. Para dar a conocer su lucha, publicamos una entrevista, hecha el 27, con Vicente Vidal —que fue presidente del comité de empresa de Nervión en Navantia-Ferrol (despedido junto al resto de la plantilla en 2006) y que actualmente es el secretario comarcal de CIG-Industria— y el análisis de los compañeros de GanemosCCOO.



ENTREVISTA A VICENTE VIDAL, DIRIGENTE DE LA HUELGA

 

Pregunta: ¿Cuáles fueron las causas de la huelga?

Respuesta: Las pésimas condiciones laborales, en concreto el incumplimiento de los llamados acuerdos de 2001, que recogen unas mejoras salariales para los trabajadores de la industria auxiliar de Navantia. Con la crisis, esos acuerdos, que siempre hubo problemas para que se cumplieran, fueron violados por la gran mayoría de las empresas, con rebajas salariales que alcanzaron los 300 o 400 euros. Antes del verano se estaba negociando el convenio provincial del metal, en el que una reivindicación central era la inclusión de los acuerdos de 2001, para darles carácter legal. Cuando en septiembre UGT y CCOO alcanzan un preacuerdo que dejó fuera del convenio los acuerdos, desde la CIG realizamos asambleas. Los trabajadores nos transmitieron su voluntad de luchar por su cumplimiento y convocamos la huelga. Pero quiero destacar que, aunque convocada en solitario por la CIG, no fue una huelga de la CIG, sino de los trabajadores, y de hecho contó con la participación y el apoyo de trabajadores no afiliados o afiliados a otros sindicatos, sobre todo de los compañeros de GanemosCCOO, que nos apoyaron públicamente y fueron de los pocos que estuvieron con nosotros en las puertas todos los días.

P: ¿Cómo se desarrolló?

R: La huelga tuvo un gran apoyo y los piquetes fueron masivos. La manifestación que celebramos el día 19 también tuvo una buena asistencia. Pero hubo muchas fuerzas en contra: las empresas, Navantia y las cúpulas de los otros sindicatos, que jugaron a enfrentar a los trabajadores, organizando con las empresas una votación fraudulenta el viernes 20 e intentando romper el piquete el lunes 23. Hasta este día, que hubo mucha tensión, en las puertas no hubo ningún incidente, ni con los compañeros de auxiliares que querían que se acabase la huelga ni con los trabajadores de la principal. Como un enfrentamiento entre trabajadores era el peor escenario, fuimos a una votación en urna el jueves 26, donde hubo dos opciones: seguir en huelga o no seguir a cambio del compromiso de pagar la nómina de octubre íntegra (estudiando su compensación mediante vacaciones u otras fórmulas) y de adelantar una cantidad indeterminada, a decidir en las primeras reuniones de negociación, a cuenta del pacto definitivo. Ganó la segunda opción con un 57,7% de los votos. La CIG acató el resultado y suspendió temporalmente la huelga.

P: ¿Cuál es la situación ahora y qué balance haces?

R: Vamos a ponernos en contacto con los otros sindicatos para mantener cuanto antes una negociación intensiva con los empresarios. Pero la suspensión de la huelga no es un cheque en blanco. Los trabajadores quieren recuperar los acuerdos del 2001. Si Navantia y las empresas no quieren que el conflicto se reproduzca, tienen que sentarse con los sindicatos para buscar una solución a corto plazo. Respecto al balance, es positivo porque los trabajadores de las compañías hicieron una gran demostración de fuerza que no va a caer en saco roto.

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UNA NUEVA ETAPA EN LOS ASTILLEROS DE FERROL

La huelga indefinida de las compañías auxiliares de Navantia tiene gran importancia. Es la lógica respuesta a la degradación de las condiciones laborales, tanto en el aspecto económico como en el de la seguridad en el trabajo. Pero también es relevante por un aspecto más de fondo: marca el inicio de una nueva etapa en el movimiento obrero en los astilleros de Ferrol. 

La primera etapa se caracterizó por la total unión entre los trabajadores de la principal y de las compañías. El poder sindical de la principal también velaba por los intereses de los trabajadores subcontratados, que tenían su propia organización (CCOO tenía sección sindical de compañías). El enfoque era que esos empresarios eran unos intermediarios que debían desaparecer. Así, en 1978 se logró el derecho a la integración en la principal de todos los trabajadores que en aquel momento estaban dentro del recinto.

Esta realidad sindical cambió en una segunda etapa, caracterizada por todo lo contrario: los trabajadores de las compañías son tratados como trabajadores de segunda por el comité de empresa de la principal, que mira para otro lado ante el paulatino deterioro de sus condiciones. El punto de inflexión entre esta segunda etapa y la primera fue el plan de 1999, que redujo la plantilla principal y marcó el inicio de un proceso de aumento de la subcontratación, agudizado por el plan de 2004. La plantilla principal quedó en minoría en los momentos de más carga de trabajo. A lo largo de esta etapa hubo varias reventones (como el que llevó a la firma de los acuerdos de 2001) e intentos de organización de los trabajadores auxiliares, saboteados por el comité de empresa de la principal, que bajo ningún concepto quiere perder su “monopolio” sindical.

Así que teníamos dos factores: por un lado, las condiciones laborales empeoraban (sobre todo a raíz de la crisis capitalista iniciada en 2007) y, por otro, un movimiento sindical de la principal que acepta el modelo de empresa basado en la subcontratación, lo cual conduce a aceptar también sus consecuencias (aunque a veces puedan no gustarles). Era cuestión de tiempo que los trabajadores de compañías tomaran la iniciativa sin “pedir permiso” al comité de la principal. Y esto es precisamente lo que acaba de pasar. Esta huelga es importante porque marca el inicio de una etapa de organización sindical de las compañías sin dependencia de la principal.

Evidentemente, la huelga fue criminalizada por las empresas, empezando por Navantia. El problema es que también contó con la oposición activa de CCOO y UGT. Y lo mismo se puede decir del movimiento sindical de la principal. El comité de empresa de Navantia-Ferrol compatibilizó las declaraciones de apoyo a los huelguistas (“sus reivindicaciones son justas”) con una actuación práctica que desmentía dicho apoyo; incluso colaboró con la campaña antihuelga al difundir en los medios de comunicación que podía haber un cierre patronal, para sembrar la preocupación entre los trabajadores de la principal. También la dirección de la sección sindical de la CIG dio muy poco respaldo a la huelga, para sorpresa de sus afiliados. El único apoyo real fue el de GanemosCCOO, que sacamos comunicados, hablamos en las asambleas generales, repartimos octavillas, participamos en los piquetes, etc.

La responsable de esta huelga es Navantia, por el modelo de empresa que ha implantado. Sus trabajadores o bien son meros gestores, o bien están mano sobre mano por la decisión de la propia Navantia de subcontratar. Pero en el pecado va la penitencia: Navantia no es hoy capaz de hacer un barco sin las compañías. En esta realidad reside la fuerza de los trabajadores subcontratados. Evidentemente, si el comité de la principal y CCOO y UGT hubiesen apoyado la huelga, las cosas habrían salido mucho mejor. Al final se llegó a una especie de tablas: la huelga se suspendió sin conseguir su objetivo, pero la fuerza que demostró obligó a los empresarios a anunciar algunas concesiones. Y lo más importante: los trabajadores no fueron ni mucho menos derrotados. Ahora toca ver qué dan de sí las negociaciones y sacar las lecciones de esta huelga en cuanto a la estrategia y la organización, para que la correlación de fuerzas sea más favorable a los trabajadores en la próxima ofensiva, que sin duda la habrá porque toda la historia del movimiento obrero demuestra que nada ni nadie puede frenar la lucha de los trabajadores por mejorar sus condiciones laborales.


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