Los trabajadores de Laudio y Amurrio de Tubacex han llevado una tremenda lucha de siete meses contra los ataques de la empresa y el ERE que pretendía destruir 129 empleos (con 95 despidos directos, 12 prejubilaciones y 22 bajas incentivadas).

Han puesto en pie de guerra la comarca de Aiaraldea con huelgas comarcales y han protagonizado numerosas movilizaciones, destacando las manifestaciones unificadas de plantillas en lucha en Bilbao que han jugado un papel clave, reforzando la confianza en la lucha de los trabajadores. Sin duda, la huelga de Tubacex ha sido un referente que ha despertado el apoyo de miles y miles de trabajadores y jóvenes en Euskal Herria y el resto del Estado durante estos meses.

La fuerza mostrada por los trabajadores ha puesto muy nerviosos a los empresarios de Tubacex - han amenazado varias veces con cerrar las plantas si la huelga continuaba - al conjunto de la patronal y al propio Gobierno Vasco (GV), que se ha encargado de perseguir a los huelguistas y reprimir salvajemente una movilización tras otra.

Esta tremenda fuerza que no han podido enfrentar ni frenar fue la que consiguió tumbar el ERE en los tribunales vascos en julio. Sin embargo, parece ser que los empresarios no están obligados a cumplir sentencias. Marcando su propiedad, los jefes de Tubacex se negaron a aceptar la sentencia, que volvieran los despedidos y pusieron un recurso ante el Tribunal Supremo.

Los dueños de Tubacex mentían ¡Ni sobraba, ni sobra nadie!

Tras un mes de negociaciones entre el GV, los empresarios y los trabajadores, el 30 de septiembre se alcanzaba un acuerdo. Este ha contado con una mayoría muy ajustada en el comité: en un principio sólo con los representantes de ELA (4) y CCOO (3) a favor, sumándose ATAL (1) en el último momento. LAB (1) se ha posicionado en contra y los representantes de STAT (4) que al principio se mostraron a favor, han tenido que oponerse cuando su sección sindical votó en contra.

Con este acuerdo la empresa acepta retirar el recurso del ERE en el Tribunal Supremo y renunciar a los despidos forzosos. Dice que garantizará el volumen de la plantilla y las inversiones en los próximos tres años. Sin embargo, el precio a pagar por la plantilla con este acuerdo es muy alto: se acepta congelación salarial en cuatro años -sin garantías de que en 2025 se recupere el poder adquisitivo- y también se acepta el aumento de la jornada los próximos tres años en 40 horas hasta 1.696, la reducción de la aportación a la EPSV del 4 al 1%, y la prórroga del convenio colectivo hasta el 31 diciembre de 2024.

Al firmar el acuerdo y mantener los puestos de trabajo, la empresa está aceptando que era falso que Tubacex fuese inviable sin los despidos previstos. Si de verdad no había carga de trabajo suficiente para la plantilla ¿cómo es posible que ahora exijan alargar la jornada laboral? La realidad es que en Tubacex nunca sobraron trabajadores, pero la empresa vio la oportunidad de incrementar sus beneficios atacando las condiciones y derechos laborales.

De haberse aplicado el ERE, en unas pocas semanas Tubacex, a través de subcontrataciones o de contratos precarios, hubiese cubierto las cargas de trabajo que ahora van a recaer sobre la plantilla sin coste adicional alguno para la empresa.

El hecho de que ELA y CCOO estén defendiendo este acuerdo como si fuese una gran victoria no es una buena noticia porque, aunque se han arrancado conquistas muy importantes -como que no haya ningún despido -, las contrapartidas no son aceptables y sólo responden a la codicia del empresario. No parece que Tubacex atraviese tampoco muchos problemas “derivados de la transición ecológica” si su único objetivo es aumentar la explotación para sumar más beneficios económicos. En esto se resume básicamente el conflicto entre la plantilla y la dirección de la empresa.

La alianza del Gobierno Vasco y la patronal se ha encargado de cubrir la gran mentira urdida por los propietarios de Tubacex para justificar los ataques. Incluso del Ministerio de Trabajo presidido por Yolanda Díaz - que también ha aplaudido el acuerdo -. Hay que decir además que el departamento de trabajo del PSE y el Ministerio del Trabajo de UP han abandonado completamente los trabajadores y no han actuado ni siquiera para hacer cumplir una sentencia judicial: sólo han contemplado contentar primero a los dueños de la empresa que pretendían despedir y extender el paro. Esta es, en definitiva, la lógica del capitalismo que sustentan todos ellos.

Unir fuerzas en una huelga general: una necesidad para defendernos de la ofensiva patronal

Desde Sindicalistas de Izquierda e Izquierda Revolucionaria reconocemos la ejemplar lucha de los trabajadores. Es evidente que ha sido la fuerza de la huelga lo único que ha obligado a la empresa a retroceder y retirar el recurso del ERE en el Tribunal Supremo. Pero la determinación de la plantilla de Tubacex podría haber alcanzado un desenlace mucho más beneficioso para los trabajadores si las direcciones sindicales se hubiesen decidido a extender la lucha y a unificar todos los conflictos laborales en curso en EH.

El enorme apoyo social a la lucha de Tubacex fue uno de los factores que ayudó a la plantilla a mantenerse firmes y a superar las dificultades y los momentos duros que inevitablemente surgen. Ese apoyo social se hubiera multiplicado si los dirigentes sindicales se hubiesen decidido a unificar todas las luchas en defensa del empleo, uniéndolas a las luchas del sector público, a las luchas contra la precariedad, por unas pensiones dignas, por un futuro digno para la juventud. Un movimiento de esas características, que uniese todas las fuerzas de la clase trabajadora en una huelga general en EH, habría obligado al GV y a la Patronal vasca a parar su ofensiva contra el empleo y contra nuestros derechos.

La pelea de estos meses entre la plantilla y los dueños de Tubacex es exactamente la misma que hoy se da en miles de empresas: los empresarios defienden sus beneficios a cualquier coste y los trabajadores defendemos nuestro empleo y unas condiciones dignas. Dar la batalla empresa a empresa no es suficiente. La ofensiva patronal está unificada y nuestra respuesta debe estarlo también.

Los dueños de cualquier empresa, la patronal y el GV son impotentes cuando la clase trabajadora decidimos pararlo todo. Con esa conciencia de nuestro verdadero poder sí se puede resistir y no ceder ante el chantaje que la patronal y el GV ejercen para incrementar los beneficios empresariales y descarrilar cada lucha y cada huelga.

Si queremos defender los puestos de trabajo y unas condiciones dignas ¿Cuál es la alternativa?

A pesar de lo que siguen argumentando las direcciones de la mayoría sindical vasca, así como CCOO y UGT, los ataques que enfrentamos no se deben a un problema conyuntural, ni a la COVID. Entramos en una crisis económica profunda y la única salida de los capitalistas es apretarnos las tuercas para poder seguir aumentando sus beneficios. Tenemos que prepararnos para responder porque esto es sólo el principio.

Por ello, ante los empresarios que pretenden destruir empleos y extender la precariedad y el paro, es necesario inscribir en la lucha sindical la consigna de nacionalizar esas fábricas y empresas sin indemnización y bajo control obrero. Esta es la única manera de enfrentar la lógica capitalista, la “sacrosanta propiedad privada” del empresario que como se ha visto en el caso de Tubacex o ITP no responde ni ante las sentencias judiciales.

¡Hay que garantizar bajo propiedad e inversión pública la producción de estas empresas, no para llenar los bolsillos a los de siempre, sino para cubrir todas las necesidades sociales que hoy están desatendidas!

Tenemos que luchar por acabar con esta dictadura de los capitalistas y eso sólo puede significar luchar por una alternativa que ponga las necesidades sociales como prioridad y no el lucro de unos pocos. Existen medios y recursos de sobra para que nadie pase ninguna necesidad, pero tienen que estar al servicio de la sociedad, controlados democráticamente por la clase trabajadora. Esto es sencillamente luchar por la transformación socialista de la sociedad.

 


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