El viernes 18 de abril, a las 8,30h de la mañana entró a la calle Portal de Arriaga la marcha de las trabajadoras y trabajadores de Tubacex. Los recibieron con aplausos y gritos trabajadores de Aernnova y de otras empresas que habían sido convocados por los sindicatos que componen la mayoría sindical vasca, ELA, LAB, ESK,STEE.

Una columna de unas 300 trabajadoras y trabajadores recorrió las calles del Casco Viejo de Gasteiz hasta la puerta del Parlamento vasco, aplaudidos desde las ventanas por los vecinos.

Allí los obreros realizaron una concentración ruidosa, combativa y pacífica frente a un tremendo despliegue de la Ertzaintza. Con esta acción los trabajadores interpelaban a una Administración que protege y subvenciona a una patronal que despide a centenares de trabajadoras y trabajadores.

Prácticamente al final, cuando se iba a disolver la concentración, poco antes de las 10h de la mañana, la Ertzaintza sin mediar motivo alguno cargó con furia contra el grupo de trabajadoras y trabajadores que se encontraba más cercano a ellos.

Los trabajadores soportaron la carga y la Ertzantza no pudo disolver la concentración ante la firmeza mostrada por la plantilla de Tubacex, en la defensa del derecho de manifestación y de los puestos de trabajo que la patronal quiere destruir con la connivencia del PNV.

La lucha de Tubacex se ha convertido un REFERENTE para el movimiento obrero en Euskal Herrial. Cuando el día 49 de la huelga indefinida los trabajadores quemaban públicamente las cartas de despido, volvieron a reafirmar su determinación y unidad para responder al chantaje de los empresarios. Con este gesto han conectado con un profundo sentir de la clase trabajadora ante la ofensiva patronal generalizada que se está produciendo en esta crisis.

Los trabajadores de Tubacex continúan la lucha diaria e incansable desde que empezaron la huelga indefinida el 15 de febrero para frenar el ERE que iba a suponer inicialmente, el despido de 150 trabajadores.

Han llevado a cabo acciones importantes para extender la lucha en toda la comarca y unificar la pelea con otros conflictos. Las más importantes han sido el paro de 2 horas en la comarca de Ayala -norte de Álava- el 5 de marzo, la manifestación en Barakaldo junto con los trabajadores de PCB-ITP el 13 de marzo y la manifestación el 22 de marzo con el apoyo de 17 comités de empresa, que llenó una vez más las calles de Llodio.

Los trabajadores han plantado cara a las maniobras de los empresarios, neutralizándolas, para intentar romper la huelga mediante el esquirolaje -tremendamente minoritario- y la represión policial.

El Gobierno vasco del PNV-PSE no ha dudado en mandar sistemáticamente a decenas de furgonas de la Ertzaintza desplegando los antidisturbios que han cargado brutalmente contra los trabajadores con las porras y las balas de foam, incluso llevando una tanqueta para despejar las barricadas, y además, amenazando con abrir diligencias policiales.

Sin embargo, el apoyo y la solidaridad a la huelga no para de crecer desde numerosas plantillas de empresas, desde el comercio en la comarca, desde numerosos activistas de la izquierda, incluso deportistas o músicos y los partidos políticos EH Bildu y Elkarrekin Podemos.

Patronal y Gobierno vasco unidos contra los trabajadores

El 18 de marzo la empresa le comunicó al comité de empresa que el ERE definitivo afectaría 129 empleos en las plantas de Llodio y Amurrio, con 95 despidos directos, 12 prejubilaciones y 22 bajas incentivadas. El 30 de marzo se conocía el cierre de la empresa Valvospain dejando en la calle a 79 trabajadores en Amurrio. Son golpes muy duros que tendrán un impacto directo en una comarca donde el paro es cada vez más grave. Se calcula que la perdida de estos puestos de empleo afecta al menos en 5.500.000 de euros anuales directos en la comarca.

La empresa y Urkullu han afinado la misma sintonía. El Lehendakari no ha cuestionado en ningún momento esta destrucción de empleo y lo único que ha pedido es diálogo a trabajadores y empresa para "explorar las vías para minimizar las salidas traumáticas, a través de recolocaciones, prejubilaciones, excedencias o salidas incentivadas". Mientras tanto, mandaba a las patrullas de la Ertzaintza y desde el Gobierno vasco se censuraba a los mismos trabajadores que recibían los porrazos, acusándolos de mantener actitudes violentas.

La empresa asegura en el comunicado del ERE final que “ha tratado de reducir el número de despidos presentando medidas alternativas tales como prejubilaciones, bajas incentivadas o un plan de recolocaciones mejorado”, que ha ofrecido a la representación sindical la posibilidad de “realizar ajustes en las condiciones laborales como alternativa para minimizar los despidos”, pero que al final despide directamente a 95 trabajadores “en aras de mantener el mayor empleo posible”.

Los empresarios de Tubacex en 2019, último año auditado, se repartieron 6 millones de euros de beneficios. Han recibido 8 millones de euros los últimos años de ayudas de la Administración pública. La propia empresa reconoce públicamente su solvencia: “Cerramos el año con una posición de liquidez, entre caja y disponibles, superior a 240 millones de euros, lo que contribuye a mejorar la solvencia del Grupo en el corto y medio plazo, haciendo frente a los vencimientos de deuda de los préstamos hasta bien entrado 2024", manifestó Jesús Esmorís, consejero delegado de Tubacex.

Hay que convocar ya huelga general para exigir la nacionalización de TUBACEX

Por eso mismo, ni se puede aceptar este ERE, ni su sustitución por un ERTE o por otras supuestas “alternativas” como prejubilaciones que no son cubiertas con nuevas contrataciones, excedencias voluntarias de 3 años cobrando 1.500 euros o bajas voluntarias indemnizadas con 60 días por año trabajado.

Eso es “pan para hoy, y hambre para mañana”, como ya hemos visto en numerosos procesos de desindustrialización. La empresa y sus directivos acumulan ingentes beneficios, y solo aprovechan esta crisis para dar una nueva vuelta de tuerca a la plantilla, creando las condiciones para mayores recortes y ajustes salariales en el futuro, e incluso para deslocalizar la empresa.

Esa es la razón por la que, tras el anuncio de los despidos, la empresa puso encima de la mesa el 27 de marzo un ERTE adicional con un 60% de reducción de la jornada laboral que afectará a 521 trabajadores desde abril hasta septiembre. La estrategia de intentar acordar una salida, perdiendo por el camino puestos de trabajo que suponen más paro y precariedad, es un error. Y como toda experiencia de lucha demuestra, la debilidad invita a la agresión.

La lucha de Tubacex se encuentra en un momento decisivo. Los trabajadores han demostrado que tienen un apoyo colosal. Es necesario redoblar la lucha apoyándose en esta fuerza, convocando una huelga general en toda la comarca de Ayala y hacer un llamamiento a que los sindicatos de Euskal Herria para que tras la huelga del sector público del día 22 de abril, convoquen una huelga general en Hego Euskal Herria en defensa del empleo, contra los recortes y la represión.

Esta lucha se puede ganar al 100%, y es en definitiva una lucha del conjunto de la clase trabajadora ante la oleada de despidos colectivos, y los ERTE que se convierten en sistemáticamente en ERE. Pone en cuestión la gran disyuntiva ante la crisis del capitalismo: o la paga el capital o los trabajadores.

Es una gran mentira que la empresa no tenga viabilidad por la crisis del petróleo y gas -por dedicarse a producir tubería para este sector-. La consigna de la “transición ecológica” es usada por empresarios e instituciones -demagógicamente y con aire progresista- para imponer una reconversión industrial que tiene efectos dramáticos para la clase trabajadora, al tiempo que empresas como TUBACEX se terminarán beneficiando de las multimillonarias ayudas europeas.

Es mentira que se esté dando ninguna transición ecológica real y desde luego, ningún capitalista está preocupado por una “economía verde”. Lo único que está en juego aquí es el máximo beneficio para sus bolsillos.

Tubacex y otras tantas empresas se pueden adaptar y producir de una manera verdaderamente ecológica para satisfacer de las necesidades sociales, generando incluso más puestos de trabajo que las actuales.


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