Los trabajadores votan continuar la lucha. ¡Abajo el Gobierno Macron!

La huelga general del pasado 5 de diciembre convocada por los principales sindicatos franceses ha sido un rotundo éxito, hasta el punto de que varios sindicatos anunciaron que se prolongaría hasta el lunes 9 (como así está siendo) y se ha convocado una nueva jornada de manifestaciones el martes 10. Todo esto es muy sintomático del ambiente social que se respira en Francia y de la determinación de la clase obrera de no permitir ni un retroceso más en sus derechos.
 
La CGT calculó que 1,5 millones de personas participaron en las más de 250 manifestaciones convocadas en las grandes ciudades y en multitud de medianas y pequeñas localidades a lo largo del país. La huelga paralizó completamente Francia y el seguimiento fue altísimo tanto en el sector público como en el privado, demostrándose que la necesidad de confluir era algo urgente para los trabajadores, a pesar de las reticencias de los dirigentes sindicales.
 
El impacto fue especialmente notable en el transporte, donde ya se había anunciado que sería el punto de partida de un proceso de movilizaciones más amplio. El 90% de los ferrocarriles de largo recorrido y el 80% de los cercanías quedaron sin servicio. La circulación también se vio afectada en la red metropolitana de transporte parisino (metro, tranvía, autobuses). Según la entidad que la gestiona (RATP), de las 16 líneas de metro solo 2 –las únicas automatizadas– han garantizado un tráfico normal. Al día siguiente, 6 de diciembre, los paros continuaron: 9 líneas quedaron suspendidas y en otras 5 la frecuencia cayó, en algunos casos, hasta una cuarta parte. Como consecuencia, a primera hora de la mañana en la región de París se registraban atascos de 292 kilómetros, que llegaron a ser de más de 600 por la tarde.
 
La Dirección General de la Aviación Civil pidió a las compañías aéreas reducir un 20% sus vuelos con origen o destino en los aeropuertos de París, Lyon, Marsella, Toulouse y Burdeos. Y la cadena privada BFM TV destacaba en sus informativos que 7 de las 8 refinerías francesas, un sector estratégico de la economía, seguían en huelga al día siguiente.
 
Otro aspecto importante de esta huelga es que se ha hecho efectiva la unidad en la acción del movimiento sindical con los chalecos amarillos, que el sábado 7 de diciembre volvían a salir por 56ª ocasión a las calles contra el paro y la precariedad, a pesar de la dura represión que están sufriendo (3.000 han sido condenados, mil de ellos con penas de prisión efectiva). Un gran paso adelante en la situación política, y que cierra la boca a todos aquellos –incluidos algunos que se reclaman de izquierdas– que no comprendieron el carácter de este movimiento y lo tildaban de reaccionario.
 
Un rotundo éxito que ninguno de los grandes medios de comunicación burgueses ha podido silenciar. Por ejemplo, el diario Le Parisien tenía que reconocer que las movilizaciones han sido una “innegable demostración de fuerza” frente al Gobierno de Macron.
 
La clase obrera, dispuesta a ir hasta el final
 
La fuerza del movimiento es evidente, los trabajadores entienden perfectamente que la huelga del 5 de diciembre, si bien es un paso de gigante en la lucha, no es suficiente: hay que darle continuidad, extensión y mayor organización hasta echar atrás la reforma de las pensiones que hay sobre la mesa y doblegar todos los planes de ajuste que Macron y la burguesía francesa tienen preparados para mantener sus privilegios a costa nuevamente de los trabajadores y la juventud.
 
Como explicaba una maestra en la asamblea realizada en un colegio de París: “Por mi parte, hoy también estoy en huelga contra la precariedad que se está imponiendo. Esta reforma forma parte de un todo, de una espiral. Si el movimiento es seguido hoy en día, también es porque los salarios son bajos, porque hay un gran sufrimiento en nuestra profesión”.
 
No solo eso. En diferentes sectores los trabajadores se están organizando, reuniéndose en asambleas y ya han anunciado la continuidad de los paros hasta que el Gobierno no solo retire la reforma de pensiones sino que revierta todos los recortes.
 
En Toulouse, cientos de docentes en asamblea, decidieron continuar la huelga hasta el martes 10 de diciembre; en París, los profesores explicaban en otra asamblea: “Estamos organizados por distrito. Intercambiamos información, especialmente sobre puntos prácticos (...) si volveremos a reunirnos hoy, acordar lugares de encuentro, transmitir información sobre los modos de acción para decidir sobre la continuidad de la huelga y los pasos a seguir”.
 
Por su parte, los trabajadores de la Estación París Norte decidieron formar un Comité de Huelga con el fin de coordinar las movilizaciones y dar continuidad a la huelga. Lo mismo hicieron los trabajadores del RATP (transporte urbano del área metropolitana de París). En todas estas asambleas generales, los trabajadores decidieron continuar el paro, como mínimo, hasta el lunes. También los trabajadores de Air France votaron la continuidad de la huelga.
 
Y lo mismo ha ocurrido con el sector petroquímico. El secretario federal de CGT Químicas, Emmanuel Lépine, recalcaba el fuerte impacto de la huelga –superior a otras convocatorias– con estas palabras: “Esto es algo nunca visto, no sale ningún producto, ni por tubería, ni por camiones”, y anunciaba la decisión de continuar hasta el lunes 9. Aunque de momento no hay escasez de combustible, la situación podría cambiar si la huelga se prolongara, agudizando más la crisis del Gobierno de Macron.
 
Esta enorme presión por abajo es lo que está obligando a los dirigentes sindicales a ir más allá de lo que quisieran para no ser completamente sobrepasados. Así, el secretario general del sindicato CGT, Philippe Martínez, en una entrevista con Le Journal du Dimanche señaló que están dispuestos a proseguir indefinidamente los paros si el Gobierno no retira la reforma.
 
Por una nueva huelga general hasta doblegar los planes de Macron
 
Efectivamente, se trata de una lucha clave para dinamitar al Gobierno capitalista de Macron. Su primer ministro, Édouard Philippe, presentará el miércoles 11 los detalles de la reforma dejando claro que no retrocederán, aunque afectados por la fuerza de la movilización han señalado que serán “flexibles en los detalles de su aplicación”. La típica maniobra para tratar de desactivar la huelga, sacar al movimiento de las calles y encerrar en elegantes despachos y negociaciones en frío a sus dirigentes.
 
La clase obrera, la juventud, las capas medias empobrecidas, los sectores más vulnerables de la sociedad francesa se encuentran ante un momento crucial. La propia burguesía europea, a través de su prensa, está advirtiendo una y otra vez de que Macron se enfrenta al fantasma de la huelga de 1995, cuando el Gobierno de Juppé tuvo que renunciar a reformar el sistema de pensiones tras varias semanas de enormes movilizaciones. Un escenario de pesadilla para los capitalistas franceses y europeos, ya que convertiría esta batalla contra las pensiones en un nuevo referente de lucha para los trabajadores no solo dentro sino también fuera de las fronteras francesas.
 
Las condiciones para la victoria están dadas. Los dirigentes sindicales no pueden dar balones de oxígeno al Gobierno, se trata de dar un paso más en la lucha, y la dirección de la CGT tiene toda la responsabilidad de hacerlo. No basta con decir que se “está dispuesto a continuar indefinidamente con los paros”: hay que presentar un plan de movilizaciones contundente que permita al movimiento desplegar toda su fuerza, y que incluya la convocatoria ya de una nueva huelga general de 48 horas y, si el Gobierno no retrocede, preparar la huelga indefinida hasta doblegar los planes de Macron.
 
Este plan tiene que incluir la organización y coordinación de comités en las fábricas, en todos los centros de trabajo y de estudio, en barrios y localidades –siguiendo las combativas tradiciones de la clase obrera francesa y el ejemplo del último año de lucha de los chalecos amarillos–, y la elaboración de una plataforma reivindicativa que incluya, junto al rechazo de la contrarreforma de pensiones, la reversión de todos los recortes y retrocesos en los derechos laborales, sociales y democráticos de los últimos años, que luche por el incremento de la inversión en la sanidad, educación y servicios públicos, que exija la renacionalización de todos los sectores privatizados y la nacionalización de los grandes monopolios y la banca para poder llevarlo a cabo. ¡La lucha es el único camino!

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