El miércoles 11 estalló una bomba en todos los centros de trabajo de Navantia: José Antonio Oliva, presidente del Comité Intercentros y del comité de empresa de San Fernando durante la negociación del IV Convenio Colectivo, recién anulado por la Audiencia Nacional, era nombrado jefe de Personal de las tres factorías de la bahía de Cádiz (San Fernando, Puerto Real y Cádiz).

El máximo representante sindical de todos los trabajadores de Navantia resultaba ser un traidor que durante la negociación del convenio había trabajado para la empresa, que ahora le recompensaba los servicios prestados en el intento de acabar con las conquistas históricas de los trabajadores de Navantia, intento frustrado por la firme resistencia de la plantilla de Ferrol, que luchó contra todo y contra todos: la empresa en primer lugar, pero también contra su comité de empresa y las federaciones sindicales.

Aquí puedes leer el comunicado de GanemosCCOO de Navantia-Ferrol sobre este asunto, pero a continuación publicamos unas notas para entender su contexto.

El proceso del convenio

La negociación del IV Convenio de Navantia entre los sindicatos y la empresa comenzó en la primavera de 2013. El 10 de julio de ese año, dos días antes de que la factoría de Ferrol saliese de vacaciones, los negociadores sindicales le presentaron a la empresa una contrapropuesta que asumía múltiples recortes y, en la práctica, se cargaba lo esencial de las conquistas históricas. Tras volver de vacaciones, el grupo de afiliados que ahora estamos integrados en GanemosCCOO exigimos una asamblea general para que los trabajadores se pudiesen pronunciar sobre la misma.

Ante el respaldo de los compañeros y la negativa del comité, lanzamos una campaña de recogida de firmas. En menos de dos días, y sin nadie con horas sindicales implicado, recogimos las firmas del 43% de la plantilla que estaba trabajando (había un segundo turno de vacaciones), que le fueron entregadas al comité dejándole muy claro que, si ellos no convocaban la asamblea, la convocaríamos nosotros y que las decisiones que se aprobasen tendrían exactamente la misma validez que si la asamblea la hubiesen convocado ellos, como establece el artículo 77 del Estatuto de los Trabajadores (“La asamblea podrá ser convocada por los delegados de personal, el comité de empresa o centro de trabajo, o por un número de trabajadores no inferior al 33 por 100 de la plantilla”).

La asamblea se celebró el 10 de septiembre. En la votación, un mar de cientos de brazos rechazó la contrapropuesta, mientras el comité solamente obtenía el apoyo de unas pocas decenas. A partir de aquí, hubo repetidos intentos de convencer de la bondad del convenio, todos fracasados, a pesar de algunos cambios cosméticos introducidos por la empresa y de la ayuda prestada por la federación estatal de CCOO de Industria, que participó en dos asambleas de afiliados pidiendo el apoyo al convenio si la empresa daba garantías de empleo durante su vigencia (le quedaban 3 meses escasos porque finalizaba el 31 de diciembre de 2013) y, sobre todo, a cambio de un “compromiso tácito” de darle participación en el plan que Navantia anunciaba para finales de año (plan que quedó aparcado porque el rechazo al convenio le rompió los esquemas a la empresa).

Tras diversos avatares, incluido la firma de un primer preacuerdo, el 16 de octubre se llega a un segundo y definitivo preacuerdo entre la empresa, UGT y CCOO. El representante de CCOO de Ferrol, sometido a la brutal presión del ambiente en su factoría, no lo firmó.

A la espera de la autorización del gobierno para firmar el convenio, se entró en un compás de espera que se prolongó hasta junio de 2014, cuando empieza a hablarse de una posible convocatoria de la empresa para ratificar el preacuerdo. La federación estatal de CCOO de Industria, teniendo muy presente el ambiente en Ferrol, que es la mayor factoría de Navantia (40% de la plantilla total; el otro 60% se reparte entre seis centros), y que la empresa no había ofrecido nada que se le pudiese vender a los trabajadores como un avance, decide que CCOO no firmará el convenio. La decisión de la federación acarrea la dimisión de Oliva como presidente del Comité Intercentros y del comité de empresa de San Fernando, aunque sigue de delegado.

A principios de septiembre, la empresa vuelve a la carga y convoca para el día 9 una reunión para firmar el convenio. El día antes, la federación estatal de CCOO destituye a todos sus representantes en la comisión negociadora menos al de Ferrol. El día 9, la empresa procede a firmar el IV Convenio con la UGT y con los delegados de CCOO cesados, alegando que la mesa de negociación no representa a los sindicatos, sino al Intercentros. Contra esta firma, la CCOO presentó demanda en la Audiencia Nacional, cuyo fallo anuló el convenio. Además abre expediente a los firmantes, entre ellos Oliva, expediente del que, seis meses después, no se sabe nada.

La traición de Oliva

La conmoción causada por el nombramiento de Oliva como jefe de Personal fue brutal. ¡El máximo representante de CCOO era un traidor! Los trabajadores no se lo podían creer, hasta el punto de que al día siguiente todavía había compañeros que dudaban de que fuese cierto.

Evidentemente, la conmoción fue particularmente intensa en CCOO. En Ferrol, el jueves 12 se celebró una asamblea de afiliados para hablar de la situación. El discurso del secretario general de la sección sindical fue el previsible: dijo que era un caso aislado ajeno al sindicato (“Oliva no es ni fue nunca de CCOO porque no lleva nuestro ADN”) y pidió que no se extendiesen las sospechas a otros firmantes del IV Convenio. El responsable del sector naval público de la Federación estatal de Industria llamó al cierre de filas: “En tiempo de problemas, seguir al capitán”.

El discurso de los compañeros de GanemosCCOO fue muy distinto: señalamos que Oliva no se había autonombrado como presidente del Intercentros de Navantia y que en un acto sindical celebrado por CCOO en septiembre de 2011 en el Palacio de Vista Alegre de Madrid, con más de 20.000 delegados de todo el Estado español, Oliva fue uno de la escasa media docena de sindicalistas que tomaron la palabra con Ignacio Fernández Toxo y que, por tanto, sí era un destacado representante de CCOO y alguien tendría que asumir la responsabilidad política por su traición.

También planteamos que era inevitable que los afiliados se preguntasen si había más caballos de Troya, y que, al margen de esto, lo cierto era que el resto de los miembros de CCOO en la comisión negociadora, incluido el de Ferrol, habían defendido exactamente lo mismo que Oliva sin darse cuenta de que trabajaba para la empresa, es decir, que su visión sindical sobre los derechos de los trabajadores no se diferenciaba de la visión de la empresa.

Asimismo ligamos el tema Oliva con el debate mantenido en una asamblea de afiliados una semana antes sobre el Código Ético aprobado por el Consejo Confederal, donde desde GanemosCCOO habíamos señalado que no serviría para evitar más casos de degeneración porque la causa de estos era el modelo sindical pactista defendido por la dirección de nuestro sindicato, por lo que era inevitable que en el futuro hubiese más disgustos. Lamentablemente, no pasó ni una semana antes de volver a tener otro ejemplo de que hay dirigentes de CCOO tan imbuidos de mentalidad empresarial, que acaban vendiéndose al enemigo de clase.

El llamamiento al cierre de filas lo respondió muy bien un afiliado al recordar que, si en 2013 hubiésemos seguido a la dirección, se habría firmado el convenio y, además de perder muchos derechos, Oliva podría seguir haciendo mucho daño porque a lo mejor no sabríamos que el máximo representante de CCOO en Navantia estaba vendido.

En poco tiempo, los análisis de GanemosCCOO se vieron nuevamente confirmados. Tras la asamblea se conocía un comunicado de la sección sindical de CCOO de San Fernando, cuyo último párrafo no deja lugar a dudas de que estamos ante un problema sindical de fondo:

“No obstante e independientemente de nuestra sorpresa, CCOO Navantia San Fernando no podemos dejar de valorar a José Antonio como persona razonable, válida para el cargo que le han brindado y por supuesto con una visión social mucho más amplia que cualquier otra persona de dentro o fuera de Navantia que pudiera haber ocupado ese cargo”.

La indignación entre los afiliados de la factoría isleña por este comunicado de su sección sindical es enorme y algunos piden que se vayan todos. El martes 17 también está convocada una asamblea de afiliados en Puerto Real. Y con este panorama, dentro de tres meses tocan las elecciones sindicales de Navantia, que se deberían adelantar y aprovecharlas para proceder a una renovación al completo de todas las secciones sindicales de CCOO.

Ayer los astilleros fueron una de las cunas de nuestro sindicato. Hoy tienen que ser el germen de su regeneración, abandonando el actual modelo sindical siempre dispuesto a “comprender” a la empresa y recuperando un sindicalismo combativo y asambleario. Esa refundación sólo puede surgir desde abajo porque los mismos dirigentes que crearon el problema no pueden ser parte de la solución. En este sentido, la primera medida es poner realmente en manos de los afiliados la elección de los candidatos de CCOO a las elecciones sindicales, para que sean sus genuinos representantes y así tengan claro que no se deben ni a la empresa ni a ningún “capitán” del sindicato, sino a sus compañeros y a los intereses generales de la clase obrera.


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