¡Refugiados bienvenidos!

¡La clase obrera no tiene fronteras!

El sufrimiento que el capitalismo está infringiendo a la mayoría de la población no conoce límites. Llevamos años conviviendo con la tragedia del paro, de los desahucios, de la precariedad laboral y los salarios de miseria, de la destrucción de la educación y la sanidad públicas, del crecimiento meteórico de la pobreza infantil. Sin embargo, para los gobiernos europeos no es suficiente. Hoy contemplamos a miles de seres humanos, hombres, mujeres y muchos de ellos niños, hacinados sin alimentos, sin atención médica, sin las más elementales condiciones de higiene, tras alambradas construidas en las fronteras de Europa.

Son las víctimas de las guerras imperialistas que la burguesía europea ha desatado y financiado para beneficio de las grandes multinacionales. La destrucción y la barbarie que han arrasado Iraq y Afganistán, se extiende ahora a Siria, Libia, Ucrania y otros territorios. La solidaridad internacionalista del movimiento obrero con los refugiados, y nuestro compromiso con la lucha antiimperialista se hace todavía más urgente y necesaria.

Una vez más, Merkel, Hollande, Rajoy y compañía pretenden confundirnos para desviar nuestra atención del problema central. Por un lado, responsabilizan de esta situación a las "mafias de traficantes". Por otro, conscientes de la ola de indignación que recorre a la clase obrera europea, hablan de planes para acoger a los refugiados. Mienten como siempre. El criminal negocio de los traficantes de seres humanos del siglo XXI no sería posible si las maniobras diplomáticas y militares de los gobiernos europeos no hubieran llevado a la barbarie a países enteros. Y qué decir de sus hipócritas lágrimas de cocodrilo. Cuando se trata de imponer políticas de austeridad que destruyen derechos sociales vitales de la población europea, actúan a velocidad de vértigo y en completo acuerdo. Pero, cuando se trata de aliviar la desesperación y el hambre de miles de hombres, mujeres y niños que llevan semanas y meses viajando, muriendo por cientos en botes o vehículos de transporte de mercancías, no pueden hacer nada.

Los gobernantes europeos que se niegan a la apertura de fronteras de la UE y levantan nuevos muros, son los mismos que sí pueden aplastar las decisiones democráticas del pueblo griego. ¡Qué se puede esperar de unos dirigentes que aplican a sus propios pueblos las políticas criminales de la austeridad! Si envían a su propia gente a la miseria, ¿por qué iban a actuar mejor con los que llegan de fuera? Ellos son los responsables de lo que está sucediendo, exactamente igual que el gobierno del PP y sus antecesores. Las vallas de Ceuta y Melilla, las alambradas con cuchillas han convertido el Estrecho de Gibraltar en un gran cementerio que alberga los cuerpos de miles de seres humanos.

Si bien la actual crisis económica no ha provocado una conflagración como la Primera y Segunda Guerra Mundial, el coste humano para la clase trabajadora es cada vez más alto. Cada minuto 30 personas se ven obligadas a huir de sus hogares. A finales de 2014 había 60 millones de desplazados forzosos, más de la mitad menores de edad, la cifra más elevada desde la Segunda Guerra Mundial. Si todos los refugiados formaran un país, sería el vigésimo cuarto más poblado del mundo, más, mucho más, que todos los habitantes del Estado español. Vivimos inmersos en una guerra que recorre todo el mundo, una guerra de clase en la que los gobiernos al servicio de los grandes empresarios y banqueros están dispuestos a llegar muy lejos.

Hoy más que nunca necesitamos mantener viva nuestra memoria histórica colectiva. Cómo no evocar viendo estas imágenes en los telediarios el frío enero de 1939, cuando miles de españoles huían de la barbarie fascista arrastrándose por carreteras desoladas para ser finalmente encerrados en campos de concentración improvisados en las playas de la “democrática” Francia. Igual que ellos, que nuestros padres y abuelos, se deben sentir muchos padres y madres sirios, libios y de todas las nacionalidades a los que la guerra arrebató todo y que se aglomeran en las fronteras europeas.

Frente a todo esta pesadilla, se levanta la conciencia de la clase trabajadora europea, que al igual que lucha contra los recortes, que se moviliza por sus derechos, organiza la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas refugiados, cediendo su coches para el transporte, donando ropa y alimentos, abriendo sus hogares a quienes sufren. Desde GanemosCCOO llamamos a todos los trabajadores, en activo o en el paro, sin importar su nacionalidad, sexo o creencias, a seguir construyendo este muro defensivo frente a la barbarie. Tenemos que aumentar nuestra organización, tenemos que levantar una alternativa de lucha frente a este sistema inhumano, y aumentar las fuerzas que combaten por el socialismo internacional. Y, en esta tarea, necesitamos la herramienta indispensable de un sindicalismo de clase, democrático y combativo.

¡Nuestros problemas no vienen de fuera, los crean aquí el gobierno y los capitalistas!

¡Fuera el gobierno de la austeridad, las guerras y el horror!

¡Nativa o extranjera, la misma clase obrera!


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